El Real Madrid, es sabido, siempre gana de penalti, y en el último minuto. Cíclicamente, los demás equipos protestan por lo que interpretan como claras ayudas por parte de los líneas, o del supremo magistrado del campo, pero la suerte del campeón vuelve a repetirse una y otra vez, en cancha propia o extraña, con Guruceta o con Raúl.

Dentro del tiempo de descuento, el arbitraje electoral acaba de pitar una falta máxima a favor de la casa blanca y en contra del once de la Diputación General. A favor de Madrid y en contra de Aragón.

Siendo magnánimos, la suspensión de los anuncios antitrasvase, al tiempo que los arcontes de la ética electoral hacían la vista gorda sobre el orsay gubernamental de las primeras piedras, sólo puede interpretarse como un error humano. Las juntas electorales, como los jueces, pueden, a lo que vamos, equivocarse. Pues lo contrario, esto es, deducir que actúan deliberadamente, que pitan a favor del Madrid, sería muy feo.

La Junta Electoral, compuesta por seres falibles, ha venido autorizando campañas como aquélla repugnante demagogia del "Agua para todos" que con fondos públicos abonase el presidente murciano, Valcárcel. Como aquellas paellas para todos, o como aquellos telediarios para todos, menos para nosotros, que pintaban a los aragoneses como gentes insolidarias, mezquinas, incapaces de ceder el asa del botijo y hacer nuevos amigos en tierras de fallas. Sin que su conciencia haya sufrido una mínima vacilación, los supercicutas del órgano de arbitraje tampoco consideraron que las charlotadas de José María Aznar y su ministra Elvira al inaugurar tres veces el trasvase con otras tantas hordas de huertanos y tiburones financieros carecían de la voluntad de inducir el voto.

Los populares aragoneses, con Rudi como depredadora del área, han recibido jubilosos el penalti contra Marcelino Iglesias. Incluso un hombre tan discreto como Antonio Suárez, trasvasista ejemplar, modélico, no ha podido ocultar su "gran alegría" al conocerse el veto. Temían los de Rajoy que esa campaña hiciera mella en su electorado oculto: aquellos cautivos (ancianos, en su mayoría) cuyo corazón antitrasvasista pudiera animarles a cambiar el sentido del voto.

Sin los anuncios raciales del gobierno aragonés, Rudi podrá, en la prórroga de la campaña, marcar alguna pava más, de lucimiento, incluso, o aunque sea de penal.

Podrá golear y trasvasar a gusto, a destajo, a razón de muchos hectómetros por cada día de campaña, y aplicadamente obsequiar nuestra principal riqueza a los amigos de Madrid, del Madrid, que juegan en campos ilegales de Valencia y Murcia. Y podrá proclamar, dentro de unas pocas jornadas, cuando el Real vuelva a quedar campeón de liga, que el aragonés cabal, el patrio, no era aquel que se manifestaba contra el PHN por las calles y plazas de España, a golpe de bocadillo y autobús, sino éste otro colonizado y mansueto, españolísimo y fiel, y madridista hasta la médula, que inclina la rodilla, y la cerviz, y a cuatro patas se pone mirando hacia Oropesa del Tubo.*Escritor y periodista