«Así, no», le decía el Sr. Casado al presidente del Gobierno en la última sesión del Congreso de los Diputados. Bueno, así no ni de ninguna otra manera, para qué vamos a engañarnos. Salvo que gobierne él no hay nada que hacer. La derecha española no admite, no acepta, no soporta un Gobierno de izquierda porque España es suya y lo demás es contra natura. Al legítimo Gobierno de Pedro Sánchez lo tratan de deslegitimar desde el minuto uno. Han llegado a llamarlo «gobierno criminal», que ya es decir. Para ellos la democracia solo funciona cuando ellos obtienen más votos, aunque sea dopados de dinero negro procedente de la corrupción, y movilizando hasta las monjas de clausura, bien instruidas por sus pastores, a los ancianos demenciados de las residencias que controlan o a los gallegos por el mundo bien subvencionados y mimados desde los tiempos de Fraga . Pocas veces una oposición política como la actual ha sido más inútil, más intrascendente, más esperpéntica. Pocas veces como ahora los españoles estamos pagando una oposición vocinglera, mentirosa, manipuladora, oscilante y oportunista. Una oposición que con las mismas características se asoma a los medios haciendo de altavoces de las mentiras que les inspiran. En la sesión parlamentaria se trataba de informar del acuerdo europeo que desde luego no tiene nada que ver con la política austericida de la crisis anterior y los acuerdos que obtuvo Rajoy . La derecha se dedicó a hablar de todo menos del acuerdo. Pedro Sánchez, santo varón, no se cansa de hacer llamadas a la unidad, a la necesidad de colaborar, de construir. Los ministros, incluido el de sanidad, otro santísimo varón, con más paciencia que el santo Job, han eludido polémicas y ocasiones para machacar. Pues nada, Casado y su amigo Abascal , a lo suyo. H