El siempre incisivo Alfonso Guera ha concedido una entrevista a El Mundo. Cosa que no había sucedido en los últimos veinticinco años. Solo por esta razón, dicha interviú ha sido noticia en sí. A lo largo de sus respuestas, el exvicepresidente del Gobierno y del Partido Socialista Obrero español reflexiona sobre buena parte de los candentes asuntos de la actualidad política, deteniéndose particularmente en su análisis, muy crítico, desde luego, a Podemos, y analizando la figura de su líder, Pablo Iglesias.

Quien, a juicio de Guerra, está derivando hacia un rol cesarista.

La causa, según el dirigente del PSOE, o la culpa, la tienen, por una parte, las constantes consultas y elecciones internas que la formación morada pone en práctica de manera asamblearia. Consecuencia de todos esos referendos, ganados una y otra vez por la dirección del partido, es, según Guerra, la entronización del líder, su progresivo endiosamiento y la adquisición de altas dosis de prepotencia y soberbia.

En sus correspondencias históricas, purgas e inquisiciones, Guerra compara a Iglesias con Stalin. En uno y otro caso fueron cinco los líderes en las cúpulas de ambas izquierdas radicales, hasta que en la depuración de ambos procesos quedó uno solo. Con la excepción, concluye Guerra, poniendo la guinda al pastel, de que Iglesias ha sustituido con su mujer (Irene Montero) a los caídos en la lucha de Podemos: Errejón, Bescansa, etc.

Sobre su actual secretario general, Pedro Sánchez, Guerra opina que ha cambiado el partido, transformándolo en algo distinto a lo que él construyó. De una forma velada, pero en absoluto indirecta, se podría atribuir a Sánchez las mismas críticas de cesarismo que Guerra destina a Iglesias, pues asimismo Sánchez se ha aupado sobre los hombros de la militancia, desafiando al aparato del partido.

Guerra no es partidario de las elecciones primarias y no lo oculta. Dicho mecanismo, para él, supone grandes riesgos y la posible designación de un candidato que no represente la jerarquía, trama o ideología del partido. Prefiere, en vez de primarias internas, aplicar los filtros de los comités en la selección de líderes.

Dicho queda.