El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, todavía no ha recibido en Moncloa al de Aragón, Javier Lambán, pero ya está trabajando full time, no tanto con, sino para Cataluña y País Vasco. Políticos del nivel de Torra o Urkullu, verdaderos tozoloneros, lo tienen ocupado todo el día, tal así que ni tiempo ha dispuesto para dar un vistazo a la lista de amnistiados fiscales.

Al Congreso de los Diputados ha llevado Pedro Sánchez un nuevo plan: que Cataluña vote, bien, pero solo su Estatuto. No un referéndum de autodeterminación, como le proponen los indepes, sino una consulta limitada a las cláusulas estatutarias que rigen las instituciones catalanas. ¿Qué Estatut se votaría, el aplaudido por Zapatero o el recurrido por el Tribunal Constituxcional? Esto, como la fecha, el censo, la pregunta, está por ver... En cualquier caso, la propuesta fue tan novedosa que a bote pronto nadie contestó, y ni siquiera Ciudadanos y el PP, empanados desde la moción, reaccionaron.

Mientras don Pedro pone en acción este nuevo y sorprendente tacticismo, el independentismo catalán relampaguea, se atormenta y escaraja en nuevos clanes o familias, como el árbol machadiano hendido por el rayo. Torra, que nunca se ha presentado como candidato a elección alguna, pese a lo cual preside sin empacho la Generalitat, se ha unido como escudero al quijotesco y despedido Carles Puigdemont en un nuevo partido republicano e indepe, Crida, eufónicamente a medio camino entre la criba o censura, los agujeros de un colador y el juguete erótico (siendo la política la erótica del poder). Al Puigdi, que tampoco ganó las últimas elecciones, al perderlas contra Inés Arrimadas, lo han despachado los suyos, el PDECat, hartos de sus rarezas y divismos, y de alimentarle la cuenta corriente. Hoy, es un paquete ambulante de una a otra frontera.

Distinto parece el futuro de Oriol Junqueras, el obispo de Esquerra, al que quieren convertir en una especie de Mandela. Se decía que Soraya Sáenz de Santamaría se entendía mejor con ERC que con los de Artur Mas y puede que la oferta de Sánchez --a consulta el Estatut-- se dirija a ellos.

Si los catalanes votan su Estatut, los aragoneses también el nuestro, previa reforma... Y lo mismo asturianos y murcianos, ¿o no somos iguales, oiga? Sería, en el inconsciente o previsión de Sánchez, un placebo contra los plebiscitos, la aspirina mágica contra la fiebre republicana.