Es imposible hacerse a la idea. Resulta inimaginable el miedo, el pánico que debe haber agarrotado sus pequeños cuerpos. Cuando buscaron auxilio, encontraron golpes. Y las últimas informaciones hablan de que esa tortura vino de una de las personas que más debieron protegerlas. Podríamos estar hablando de las dos pequeñas de 7 y 9 años que el jueves fueron halladas muertas en su casa de Asturias. La Policía encontró en la entrada del domicilio una barra metálica ensangrentada. Terrorífico. Su padre había sido hallado poco antes, muerto. Al parecer, se había suicidado, y según las investigaciones lo hizo tras matarlas. Era una tarde de jueves en la que las niñas tenían que estar con él tras la separación de sus progenitores.

Podríamos estar hablando de ellas, pero desgraciadamente no es el único caso en el que el padre mata a las hijas para hacer daño a su expareja. Lo sorprendente en este tipo de casos, si ha habido malos tratos anteriormente, es que un juez decida que un hombre que ha usado cobardemente la violencia contra su pareja puede comportarse con normalidad con sus hijos porque a ellos no les ha puesto la mano encima. Aún. En muy pocos casos se produce la retirada de la custodia. Según uno de los informes del Consejo General del Poder Judicial, los jueces solo suspenden las visitas en el 3% de los casos de violencia de género y retiran las custodias solo en el 6%.

Hay que recordar el auto de un juez de Aranjuez que permitió a un maltratador salir de la cárcel (en la que estaba por haber matado a su pareja) para ver a su hija. La niña tenía 4 años y vio cómo su padre asesinaba a su madre. El juez no estimó suficiente carga para la niña esa imagen y permitió que el padre la viera incluso con informes desfavorables de las terapeutas que la trataban. Afortunadamente, el recurso de la fiscal especial contra la violencia de género, Soledad Cazorla, impidió que el encuentro volviera a repetirse. Sorprende que sigamos permitiendo estas cosas cuando hasta las Naciones Unidas han condenado por primera vez a un país, el nuestro, por el asesinato de una niña a la que su padre pudo matar porque nadie escuchó las quejas de la madre, Ángela González Carrasco. Los niños son víctimas directas de la violencia de género incluso aunque no hayan recibido un golpe en sus cuerpos. Estos últimos casos lo demuestran. En España aún estamos esperando un cambio legal que les incluya y les proteja. Periodista