El ascenso al poder de Andrés Manuel López Obrador en México ha puesto de nuevo sobre el tapete el dramático problema de este país con las bandas de narcotraficantes. A tal punto ha llegado el tráfico que los crímenes, las detenciones, las venganzas ensombrecen buena parte del territorio nacional, en especial el lindante con la frontera norte.

Con esos Estados Unidos con quienes, sin embargo, no parece ir el incómodo asunto de la droga. Como si la mayor parte de la producida en el sur continental, Ecuador, Colombia, Venezuela, y procesada en laboratorios clandestinos en esos y otros países latinos no tuviese como principal consumidor al poderoso vecino del norte. Porque no otro, sino el ciudadano americano, es quien da buena cuenta de todas esas toneladas de cocaína, marihuana y demás derivados, pidiendo más, siempre más. Y siendo este un tema tabú, siempre tabú, pues a ningún político americano oiremos la verdad: que su país tiene una tasa de adictos más allá de lo imaginable.

Esa dura y muy desconocida realidad es la que pone sobre el tapete y la conciencia del sueño americano (perdido, una vez más), El regreso de Ben, la última película de Julia Roberts. Se trata de una cinta bastante vigorosa y dramáticamente muy medida, en la que una madre prácticamente sola tiene que lidiar con un hijo metido hasta el fondo en la heroína.

Su terrible entorno de adictos y camellos, de asesinos y zombis volverá a desplegarse alrededor de la destrozada casa familiar cuando Ben, supuestamente rehabilitado, regrese al hogar para demostrar que su resinserción es posible. A partir de allí, la madre no tendrá más remedio que transformarse en su ángel guardián, amiga y policía, en su cancerbera y censora, y finalmente en el comando sanitario que tratará de salvarle cuando Ben vuelva a coger la aguja.

Una realidad social trágicamente muy extendida en USA, que otros autores, como Winslow o Pizzicatto han abordado en sus novelas y adaptaciones cinematográficas. Y que está ahí, alimentada por los narcos del sur y por los camellos del norte, negros y blancos, mestizos y chicanos, mormones y chinos atrapados, atados con hierbas y amapolas.