Visito Ateca en la compañía estelar de Megan Maxwell y se organiza una buena en el ayuntamiento, con ciento cincuenta personas, fans, realmente, de Megan, procedentes de toda la comarca, de Ariza, de Calatayud, incluso de la lejana Zaragoza. No es la primera vez que comparto escenario con Megan y sé muy bien de lo que es capaz, pero el fenómeno que representa crece sin parar, como suman cada vez más sus seguidoras, llamadas a sí mismas las guerreras Maxwell. Merece la pena reflexionar sobre las causas de este extraordinario éxito. Que tienen mucho que ver con la novela romántica, no en vano Megan está considerada su indiscutible reina. No solo en España, donde lleva vendidos varios millones de libros, sino en medio mundo, pues sus novelas comienzan a ser traducidas a otras lenguas.

Dentro de la clasificación convencional del género, Megan cultiva al menos tres subgéneros: el histórico, ambientado en la Edad Media; el erótico y el puramente romántico. Historias de amor, en cualquier caso, las que nos ofrecen siempre la pluma de esta escritora, unas veces con sexo explícito, otras con un sugerido erotismo... Pluma, debo decir, que no descansa. Megan es capaz de escribir tres mil palabras diarias, jornada sí, jornada también, manteniendo el escalofriante ritmo de publicación de tres libros al año. Decenas de capítulos, de escenas, de personajes... Una fuente que no deja de manar ni cambia de sabor, pues la autora mantiene su estilo directo, rápido y nervioso, a base de equívocos, secretos, pasiones encontradas y sentimientos a flor de piel. Lenguaje sencillo, pero variado, como constante es el ritmo y frecuentes los cambios en la piel sentimental de sus héroes y heroínas, presos de las redes del amor y --si de un género abarcador de la novela romántica hablásemos--, del melodrama, tan español, tan nuestro y tan pegado la novela decimonónica.

El equipo cultural de Ateca, Eva María Peña y Lola Aldea, con su alcalde, Ramón Cristóbal Júdez, a la cabeza, disfrutaron de una convocatoria fuera de lo común, enmarcada en Escritoras españolas de la DPZ, una nueva manera de descentralizar la cultura y otra filosofía a la hora de acercar las letras, el milagro de la imaginación a las poblaciones rurales.