En medio de los discursos floridos, arrebatados y vacíos de este San Jorge, la exposición sobre la Económica Aragonesa que ofrece Ibercaja es un canto a la esperanza y a la autoestima en momentos de tanto desasosiego. Y debería ser motivo también de una profunda reflexión intelectual y política sobre los que fuimos, lo que somos y lo que queremos ser. Hace más de 200 años, un grupo de ilustrados aragoneses --aristócratas, clérigos, funcionarios, profesionales liberales y comerciantes--las pusieran de su bolsillo para fomentar el desarrollo, la cultura y la riqueza de Aragón, y mejorar las condiciones de vida en el campo y la ciudad. Algunos de ellos ejercían sus carreras con rimbombantes puestos fuera de Aragón, pero trabajaron por la causa para irradiar el espíritu ilustrado a través de la educación, la sanidad pública, la asistencia social y, sobre todo ello, la economía, elemento que consideraban fundamental para lograr la felicidad del pueblo. Viendo la actual situación de nuestra universidad cuesta creer que hace 200 años las mejores cátedras de Química, Botánica, Física y de Economía españolas estaban aquí, y eran financiadas por un canónigo, Hernández Pérez de Larrea, que también financió la escuela de hilar, en la que se formaba a mujeres con cargas familiares y pocos posibles, según el apasionado relato que hace Domingo Buesa, comisario de la magnífica exposición.No se la pierdan, es una lección de historia, de generosidad y buen gusto, y debería ser un espejo sobre nuestra identidad. Periodista