Hace muchos años tuve el dudoso placer de compartir una comida con Fernando Vizcaíno Casas, autor de Las Autonosuyas, una sátira contra el felipismo y aquella España de las autonomías que el franquista Vizcaíno aseguraba desconocer. Aquel autor, cuyo éxito popular estaba en proporción inversa a su calidad literaria (algo que sigue ocurriendo en nuestro país), no utilizaba la ironía, ni siquiera el sarcasmo, sino la descalificación y la sal gorda. Del socialismo, Vizcaíno lo aborrecía todo; en especial, las autonosuyas, que este abogado metido a escritor abogaba por reescribir con la plantilla de un Estado centralista.

Poco después, tuve asimismo el dudoso placer de compartir otra comida con José María Aznar. Sus comentarios contra el felipismo, tan descalificadores como los de Vizcaíno, no estaban sazonados con sal fina ni gorda, con humor alguno, sino con ese tipo de oratoria mecanizada y rencorosa, prepotente y demagógica que en España, como la mala literatura, ha funcionado siempre (véase, al otro extremo, Pablo Iglesias, otro básico, robotizado y demagogo orador). Aznar, sin embargo, a diferencia de Vizcaíno Casas, no quería desmontar la España autonómica. Había sido presidente de una autonomía, Castilla--León, y tenía esperanzas de ganar en Aragón, como así sucedió, con Santiago Lanzuela. Y no solo Aragón. El PP ganó Murcia, Valencia, La Rioja, Galicia, Baleares..., asumiendo con normalidad, y en algunos casos con eficacia, la administración autonómica y las reformas estatutarias.

Al frente de su Fundación FAES, sin embargo, Aznar ha ido decantando ese discurso hacia una progresiva radicalidad. Su alumno aventajado, Pablo Casado, no se muerde hoy la lengua a la hora de reclamar medidas de regresión autonómica. Como cualquier otra reversión de derechos se trata de un paso atrás, pero que el votante de derechas, en este caso, considerará un paso al frente.

Política errónea, consecuente al análisis de la única autonosuya, Cataluña. Otra sería autonotuya, País Vasco. Las demás autonomías españolas, Aragón incluida, son nuestras, ejemplares en su respeto constitucional y no merecen que nadie las mi-nusvalore, agreda, mutile.