Si las elecciones al Parlamento Europeo se hicieran ahora mismo, el partido más votado en Francia sería el Frente Nacional de Marine Le Pen; en Inglaterra, el UKIP de Nigel Farage, y en muchos otros países avanzarían con paso firme fuerzas de ultraderecha, euroescépticas, xenófobas y demás variantes, desde el griego Amanecer Dorado en el sur a los Verdaderos Finlandeses en el norte. Lo dicen los sondeos. Los comicios son el 25 de mayo, y todo apunta a que la realidad podría acercarse a la demoscopia. El paso que ha dado Suiza, que no es miembro de la UE pero está vinculada a ella por una red de acuerdos y tratados, es el que diversas fuerzas de la Unión desearían dar pero o no pueden por falta de peso político o, pudiendo, no se atreven. Es el de la fijación de cupos muy estrictos para los propios ciudadanos de la UE y negarles el acceso a determinados servicios sociales.

ANIMADVERSIÓN

La crisis económica --a la que no escapa ningún país aunque haya grandes diferencias entre ellos--, con sus efectos desastrosos en amplios sectores sociales, ha desatado una xenofobia agazapada a la espera de manifestarse. El otro, el que es distinto, es siempre la víctima propiciatoria. Uno de los grandes logros de la Unión fue ponerse de acuerdo sobre la libre circulación de los europeos. Ahora se pone en duda esta libertad, que se suma a la de capitales, bienes y servicios, logros estos tres que, por el contrario, nadie piensa en eliminar. Y luego está la animadversión creciente hacia los inmigrantes extracomunitarios, ya sea con o sin papeles.

Si en el pasado se llamó a estos trabajadores porque en tiempos de bonanza la industria y los servicios necesitaban sus brazos, ahora se les persigue con saña vulnerando normas y principios que están en la base de la Unión. Las cuestiones relacionadas con la inmigración se rigen en Europa por el Programa de Estocolmo, que establece las prioridades respecto del espacio comunitario de libertad, seguridad y justicia. A la vista de lo que ocurre, poner a la inmigración en el mismo saco que la seguridad está dando pésimos resultados, tanto para los aspirantes a encontrar un futuro mejor en Europa como para la propia Unión, incapaz de plantar cara a quienes socavan sus fundamentos. Por el contrario, la asociación entre seguridad e inmigración da alas a ultraderechistas, xenófobos y grupos de similar ralea.