No pasa jornada sin que el infierno iraquí, en su lúgubre balance, se cobre nuevas víctimas, nuevas vergüenzas. Un día, los fanáticos integristas rebanan el cuello a un americano, delante del vídeo casero, y otro día, otra cámara, a lo mejor de la misma marca, graba, como si fuera un documental malo de la Dos, los exteriores de la prisión Camp Bucca, donde las serpientes reptan por la arena, esperando el momento de inocular su veneno a los prisioneros que, en cualquier caso, tumbados al sol, esperan la muerte.

Estas snuffs movies de la guerra de Bush compiten en todas las cadenas del mundo, estremeciendo a los cinco continentes con las miserias de la ocupación y la ferocidad de una resistencia que parece lejos de haber sido domeñada. Poco a poco, esas imágenes van desvelando los nombres de sus protagonistas. Así, hemos conocido, aunque encapuchado, a Abu Musab al Zarquai, al parecer, según la CIA, el autor de la decapitación de Nick Berg, vagamente inspirada a su vez, en la ejecución del periodista Daniel Pearl, quien pagara en Afganistán la terrible culpa de informar sobre el conflicto. Hemos conocido también a la soldado Lynndie England, la que paseaba por la cárcel de Abu Ghraib arrastrando por la correa a un preso desnudo, como si fuera un perro o el animal de un circo. Lynndie ha declarado que se limitó a obedecer órdenes enmarcadas en una serie de actividades que sus superiores denominan, de manera eufemística, "operaciones psicológicas", como si estuvieran haciendo un antropológico trabajo de campo sobre las señas de identidad del pueblo iraquí. England es ya, en USA, la antisoldado Lynch, aquella heroína que fue rescatada de sus captores por los heroicos marines, y sobre la que se va a filmar una película convencional, imperial, alejada del género de las snuffs movies , donde los yanquis serán los buenos y los de Sadam los malvados, y donde la soldado Lynch, con guión de Rumsfeld, encarnará, para educación del público, las prendas de la moderna heroína.

Sobre algunos de los militares españoles que han visto de cerca el Averno de Irak podría también filmarse un documental o película, incluso una snuff movie con sangre y muerte real, en vivo y en directo. Porque acaba de saberse ahora que un contingente de médicos españoles estuvo destinado en el siniestro campo de prisioneros de Camp Bucca, a sólo 4 kilómetros del puerto de Um Qasr, donde 900 soldados, compatriotas nuestros, pernoctaron durante varios meses a bordo del buque Galicia .

En Camp Bucca, nuestros médicos, algunos de los cuales se han decidido a hablar, hicieron de todo, menos participar en una misión humanitaria, o de paz, según comúnmente se entiende este otro eufemismo. Allí prestaron múltiples servicios de traumatología y cirugía a pacientes iraquíes, todos ellos ingresados en prisión, cuyas heridas nunca tenían causa explícita. ¿Esos balazos y contusiones eran producto de las emboscadas o de las llamadas "operaciones psicológicas"? Los médicos, nunca lo supieron, limitándose a cumplir su función.

Y, ahora, la gran pregunta: ¿Sabía el ex-presidente español, José María Aznar, lo que pasaba en Camp Bucca y Abu Ghraib?

*Escritor y periodista