El tren como símbolo del progreso está siendo objeto y objetivo de una reivindicación conjunta entre Aragón y la Comunidad Valenciana, en un hermoso ejemplo de unidad popular. Ya que nuestros eurodiputados (¿hay alguien ahí, en Bruselas?) y gobiernos parecen incapaces de tender las vías, son los ciudadanos, los viajeros, los usuarios, quienes se ven obligados a tender puentes, a alzar manos, a levantar sus voces en demanda de nuevas comunicaciones y vías para el progreso.

Europa, dominada por un pequeño número de países y por una secta más reducida aún de altos funcionarios, y Cataluña, dominada por cuatro locos, se oponen a la línea ferroviaria Cantábrico/Mediterráneo por miedo a perder la bicoca de la exportación. Ese eje Bilbao/Valencia, con Zaragoza en el centro del valle del Ebro, con Santander y Logroño, Castellón y Teruel aportando viajeros y mercancías tiene tal potencial de futuro que hasta en Madrid se han echado a temblar. Vamos a ver si es verdad que Pedro Sánchez, según se comprometió con Javier Lambán, apoya este megaproyecto o se lo quita del medio con las medias tintas del PP, a base de meras obras de mejora en el tramo Zaragoza/Sagunto.

¿Alta velocidad o Cercanías? En parte, la reivindicación levantino/aragonesa está lastrada por la confusión, división o duplicidad de modelo. Por una parte, se quiere poner en marcha El tren de los avestruces, que cantaban Claudina y Alberto Gambino (Recorriendo mil poblados, principados y reinados, ducados y archiducados y también/algunos pocos estados tan desproletarizados/que ya están en otro estado pasa el tren). Por otro, se pretende mantener conectados por ferrocarril a los pequeños municipios aragoneses y levantinos con riesgo claro de despoblación. Al no ser posible un trazado intermedio, no hay otra solución que operar con dos vías, con dos trenes, el de los avestruces (es cosa archisabida que el que este tren ha adoptado/ podrá ver pasar la vida sin bajar en ningún lado) o el actual tamagochi tortuguero, lento como el caballo del malo pero con muchos apeaderos.

La amenazante solución la adelanta el último verso del temazo de Claudina&Alberto Gambino: Solo hay un auto rodado: el tren de los avestruces.