Se acerca el día Expo. 16 de diciembre. Hay gente que quiere viajar a París a ver esa final. La candidatura debería fletar quince aviones y poner precios políticos, viajes organizados, apoyo ciudadano, excursión. Como el que va a una final. Que se vean esos esponsors. Ya está encargada la segunda estación del AVE, la de la Feria, la de Pla-Za. El Gobierno de Aragón ha encargado ya el proyecto. Ya están quitando las vías para que entren y salgan los autobuses a Delicias Station. Habría que pintar ya, mañana mismo, las avenidas por las que va a pasar el metro, el norte sur y el este oeste. Pintar ya esas calles de colores vivos, para que nos vayamos haciendo a la idea. Y en las futuras estaciones, buenos pirulís. Hasta las empresas que han de hacer los proyectos necesitan una ayuda, una visión panorámica. Vuelos a París el día del BIE. Que vaya Nayím (el del Gol de Nayim). Que empiece ya Ryanair a ofrecer billetes. Pasar la tarde o la noche en París. Trieste se derrumba, no ha hecho los deberes básicos. En una de las cumbres de Cuarte de Huerva, sobre la piscina municipal, hay un restaurante poco conocido, casi secreto, desde el que se divisa la vaguada infinita de la ciudad, el acueducto descomunal de la ronda sur, la fiebre de polígonos del valle del Huerva, donde la cebada subía sólo dos palmos. Desde ese observatorio privilegiado se puede estar toda la tarde viendo pasar aviones, cazas que vuelan de lado, naves comerciales, aviones frigoríficos... esto tiene que despegar, hay que pedir ya a AENA la gestión del aeropuerto, ya han empezado las obras para retranquear la entrada de la base y recuperar las 70 hectáreas que anunció en su día Santiago Lanzuela y que al final tuvo que arrancar Labordeta... qué lentitud penosa del Estado tortuga. Ya se ha licitado el último tramo de la S-S. Uf. La topografía atormentada de Cuarte de Huerva esconde un sinfín de polígonos. En esas cuchilladas del terreno trabaja más gente que en la GM. Las máquinas aterrazan sin parar: el último polígono, con las naves subiendo por horas, el de Valdeconsejo, tiene más de medio millón de metros cuadrados, asfaltado con más esmero que un circuito de F1.

Al final de Cuarte pinta José Luis Cano, que va y viene andando hasta Torrero, y desde esa cumbre se ven las letras blancas tipo HOLLYWOOD y la media luna de CUARTE.

*Escritor y periodista