Zaragoza solo ha tenido dos alcaldes que no han repetido mandato desde el restablecimiento de la democracia: José Atarés y Pedro Santisteve. Los demás han tomado posesión del cargo en más de una ocasión: Ramón Sáinz de Varanda, Antonio González Triviño, Luisa Fernanda Rudi y Juan Alberto Belloch. La llegada de Jorge Azcón a la alcaldía marca la entrada de un estilo personal y político totalmente distinto al de su antecesor y que bien puede enmarcarse en el de aquellos regidores que por una u otra causa o circunstancia, son capaces de mantenerse en el puesto más allá de los primeros cuatro años. A poco que el alcalde popular mantenga su cercanía y el contacto llano con la gente de la calle, aplique sentido común en sus actuaciones y no cometa grandes errores, de esos que marcan un mandato aunque no tengan ninguna trascendencia política, Azcón puede llegar a ser un alcalde para muchos años. Eso es lo que preocupa, sobre todo, a la oposición socialista.

Azcón tiene un conocimiento del Ayuntamiento de Zaragoza por encima de cualquiera de los 31 concejales que ayer se sentaron por primera vez en el salón de plenos de la casa consistorial. Trabajó en el grupo popular con Rudi de alcaldesa, estuvo en el equipo de gobierno de Atarés y los últimos años desde la oposición no solo ha mamado todos los proyectos y planes municipales, sino que se ha recorrido todos los barrios de la capital y es un gran conocedor de cómo está la ciudad.

Es un político todoterreno que ha sabido perder, que ha vivido años de ostracismo cuando en su propio partido le apartaron por las cuitas internas y que se ha rehecho a base de trabajar y de saber poner el contrapunto (y muchas veces el sentido común) a la política que la izquierda pretendía hacer en los últimos años. Ha sido excesivamente agresivo con el anterior equipo de gobierno, giró mucho a la derecha para marcar bien la raya de la diferencia, y los votantes se lo hicieron notar (ayudados por la crisis de apoyos del PP nacional) rebajando su presencia en el Ayuntamiento de Zaragoza el pasado 26-M. Porque Azcón es alcalde a pesar de bajar de 10 concejales a 8, cuando ha habido épocas en que el PP ha tenido hasta 15 concejales (con Eloy Suárez de candidato, hoy único diputado nacional por Zaragoza que, por cierto, no acompañó a Azcón en su elección) y no ha ostentado la alcaldía.

Pero si el nuevo alcalde no hace una política estridente sino ciudadana, no comete la torpeza de escorarse mucho a la derecha (sin seguir el modelo de Vox) en temas banales y tiene muchos de esos gestos suyos de cara a la galería, puede hacer carrera. Otra cosa será su política, en la que tendrá que encajar con la centralidad que se le supone a Sara Fernández y al grupo municipal de Ciudadanos (aunque la composición de este equipo es más de derechas que laque había hasta ahora) y el extremismo de Vox, al que en estos momentos el alcalde no etiqueta como ultra, pero al que tendrá que darle también su ración de gobernabilidad.

Azcón se va a fijar mucho en Atarés, el hombre que en poco tiempo hizo mucho por esta ciudad (mucho más que la alcaldesa a la que sustituyó, que estuvo más tiempo) y que tenía ese don de cercanía. Pero debe cuidar no cometer errores similares al que tuvo el alcalde fallecido con el trasvase.

Eso sí, cuenta el nuevo alcalde con el apoyo de los poderes fácticos de la ciudad. Todos los lobis de presión de Zaragoza querían ver a Azcón de alcalde porque era el mejor candidato para poder ejecutar muchas de las cuestiones que afectan al desarrollo de sus negocios y sus expectativas de futuro. Lo raro fue no ver a muchos de ellos en el acto de toma de posesión de ayer. No se dejaron ver por la plaza del Pilar, lo que llamó la atención a un salón de plenos que estuvo más repleto de familias, amigos y políticos que empresarios o nombres relevantes de la ciudad. No faltaron, por supuesto, sus amigos Ricardo Mur, Roberto Bermúdez de Castro o Alfonso Soláns.

Zaragoza y Azcón tienen el reto de no parar. El alcalde ya ha dejado su tono enfático que tanto utilizó marcando el mandato del anterior gobierno y ayer ofreció el trabajo en equipo a sus compañeros de coalición (a Cs y Vox los va a devorar) y diálogo al resto de concejales de la oposición. Su discurso no fue de una gran talla política ni mucho menos solemne, como lo podía requerir la ocasión, pero sí dejó claro hacia dónde va a mirar el alcalde en los próximos cuatro años. Su poderío político no solo puede asentarle en el despacho de la plaza del Pilar varios años, sino que puede llegar a ser el hombre fuerte del PP aragonés si en la otra institución clave, el Gobierno de Aragón, finalmente Javier Lambán continuara como presidente la próxima legislatura (da la impresión que Luis María Beamonte con la derecha y sin el PAR lo tiene más complicado). Y sobre todo si el PSOE no es capaz de ejercer una oposición municipal de liderazgo y Pilar Alegría demuestra que no solo estaba ahí para ser alcaldesa.

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