No hay duda de que la competencia de otorgar la Medalla de Oro de Zaragoza recae en el alcalde de la ciudad, pero la campechanería y cercanía que vende Jorge Azcón ha quedado en este caso un poco rota. Rechazar, amparándose en eso, en su potestad, que el médico zaragozano Fernando Simón sea el beneficiario este año de la distinción ha sido un gesto feo. Muy feo. Podía haber sido más sutil, incluso aunque la petición haya llegado de Podemos, invocando un podría estudiarse. Es cierto que el portavoz técnico del Gobierno de Sánchez en la crisis del covid-19 (y que antes lo fue de Rajoy en la de la gripe aviar) ha suscitado filias y fobias, estas últimas más en las filas de la derecha, que le acusan incluso de no decir la verdad para salvar al Ejecutivo. Pero, aun con errores, no ha sido lo peor de la gestión tenerle al frente de la comunicación. ¿Qué hay de la nobleza y la lealtad de la inmortal Zaragoza?