La semana política ha deparado un protagonismo nacional y mediático a Jorge Azcón, alcalde de Zaragoza. Su rebelión contra Hacienda, su oposición a devolver los remanentes le ha franqueado el apoyo de otros muchos Consistorios de muy distintos signo, y la atención de la prensa. Con buena imagen y oratoria, Azcón gusta a las cámaras y, en general, a los periodistas. Frente a otros rostros más rígidos o anacrónicos del PP, Azcón ofrece una impresión de actualidad e inmediatez. ¿Lo es, realmente, está siendo, va a ser un alcalde próximo, moderno, eficaz? Es lo que está por ver (como sigue aún por verse la verdadera altura de su principal valedor dentro del partido, su presidente: Pablo Casado).

A Azcón, como es natural, no se le juzgará por su simpatía frente a los micrófonos, sino por su gestión. Y es por ahí por donde, transcurrido ya el año de gracia desde el desembarco de un nuevo equipo, y su rodaje, novatadas e inocentadas, habrá que empezar a escudriñar logros y deméritos. Va llegando la hora del nuevo debate de la ciudad, de ir evidenciando o deduciendo si el programa de PP y Ciudadanos contempla y va a conseguir grandes y beneficiosos cambios para Zaragoza capital, o no. Si se van a realizar obras públicas, eventos y proyectos de envergadura, o no. Si se va a reformar el estadio de La Romareda, o no. Si se van a celebrar las Fiestas del Pilar o no (que parece que no)… Si la ciudad va a tener protagonismo nacional, como el propio regidor durante esta semana de gloria informativa, o no. Si Zaragoza va a salir en los papeles por sus iniciativas y éxitos o por suspender gestiones y festejos… Comprobar, en definitiva, cómo torean Azcón y su cuadrilla el miura de la pandemia y de la crisis. Cómo, una vez realizado el paseíllo, lidian inversiones y presupuestos, y si levantan al público de sus asientos o lo tumban con errores e impuestos. Comprobar si Azcón entra a matar al volapié, a ver si no pincha en hueso y precisa el verduguillo de Vox, o con más firmeza y asentado sobre los dos pies de su gobierno y un toreo cabal. Verificar si, en definitiva, se deshace del primer toro mereciendo las orejas y el rabo o aguarda acantonado en el burladero a que lo empitone el segundo al final de esta corrida legislatura.

Comienza la fiesta, en fin (pero no la del Pilar).