Uno de los motivos que justificaban la puesta en marcha de una comisión de investigación del 11-M era analizar si España estaba preparada en aquellas fechas ante la nueva amenaza del terrorismo islamista y debatir qué cambios era necesario emprender en la estructura y funcionamiento de las fuerzas de seguridad del Estado. La comparecencia del expresidente del Gobierno, José María Aznar, no puede haber sido más estéril y decepcionante también en este sentido.

Pero el presidente del PP, Mariano Rajoy, que cedió el protagonismo en la jornada de la comparecencia al trío Aznar-Acebes-Zaplana, reapareció ayer para calificar de "brillante" la intervención de su antecesor y, haciendo balance de los nueve meses de oposición, destacó que el PP no se ha hundido en la "melancolía". La negativa a cualquier autocrítica y el convertir por sistema cada error propio en una acusación contra el adversario quizá ayude a mantener alta la moral en las filas populares. Pero que Aznar siga arrastrando al PP hacia sus queridas hipótesis conspirativas --el portavoz popular en la comisión ya hace paralelismos con el caso Kennedy -- anuncia que esta legislatura será dura y mantendrá enconadas a las dos sensibilidades de España.