A lo largo de la semana, José María Aznar ha vuelto a ser noticia por conceder una entrevista en televisión y por aparecer en público junto al actual líder del PP tras la derrota en Cataluña. Algunos medios han resaltado la importancia de recordar su victoria electoral de hace 25 años y otros han insistido en las mentiras que sigue repitiendo sobre su actuación política tras los atentados del 11-M. Pero pronunció también una frase sobre la historia de la derecha que merecería algún comentario: tras su marcha, entregó un espacio político unido y la responsabilidad de la división posterior pertenece a otros.

La historia política tradicional, desplazada durante el siglo XX por una serie de propuestas económicas y sociales que ofrecían relatos más densos y complejos, ha evolucionado desde hace algunas décadas con trabajos sobre el concepto de «cultura política». Se trata de analizar los orígenes intelectuales, la simbólica o la sociabilidad de las distintas formaciones políticas para enriquecer unos trabajos que estaban demasiado centrados en los resultados electorales o en las figuras de los principales líderes políticos. Desde este punto de vista se ha descrito la unión de las distintas tradiciones de la derecha española en un solo partido, aunque los méritos se atribuyan casi en exclusiva al ex presidente Aznar. Desde los años noventa hasta la primera década del siglo XX convivieron los nostálgicos del tardofranquismo, la democracia cristiana con cierta vocación social y la tradición liberal. Los gabinetes ministeriales y los poderes regionales o locales reflejaban estas sensibilidades porque los dirigentes del partido se encargaban de garantizar los equilibrios necesarios. En el ámbito conservador, los críticos con la última etapa de la derecha española creen que cuando la figura del líder desapareció, Mariano Rajoy no consiguió mantener esa unidad por su falta de carácter (con poca capacidad de decisión, prefería dejar que los problemas se fueran resolviendo solos) y de ideología política clara, aunque algunos concedan que la crisis o los casos de corrupción también tuvieron algo que ver.

En cambio, es posible rastrear elementos de ruptura anteriores a la derrota electoral de 2004. A partir de la mayoría absoluta de las elecciones del año 2000, se puso en marcha en España una política neocon absolutamente desacomplejada, como pedían en la Europa de la época jóvenes políticos como Nicolas Sarkozy. La intervención en Irak aceptando las tesis de EEUU en lugar de atender los llamamientos a la prudencia de la ONU, la gran cantidad de privatizaciones (Telefónica, Endesa…), la promoción del individualismo frente a un Estado del bienestar que solo conseguía despilfarrar recursos, la desregulación fiscal y laboral que favorecía a las clases acomodadas, un marcado interés por lo religioso en nombre de la defensa de la civilización occidental o la promoción del revisionismo histórico sobre la Guerra Civil, con Ana Botella en las ceremonias vaticanas de beatificación de mártires de la Cruzada, son también características de los años del llamado milagro económico español. En este sentido, los orígenes de la división de la derecha española y la aparición de partidos de extrema derecha se encuentran también en estos tiempos eufóricos. Junto con el fascismo de los años treinta o el llamado franquismo sociológico, menos agresivo pero católico, muy conservador y enemigo de los nuevos movimientos sociales, la defensa del ideario neocon forma parte de la cultura política de la actual extrema derecha española. Y el principal responsable de su implantación en España fue José María Aznar.

La mayor parte de la historiografía contemporánea española concede gran importancia a su victoria electoral de 1996 porque supuso la consolidación de la democracia en España, ya que se producía una alternancia política de gran calado sin que el sistema político y la convivencia ciudadana se viesen amenazados. Pero si el partido de Aznar no toma conciencia de que quien amenaza actualmente la democracia es la extrema derecha con la que gobiernan en varios territorios, es posible que no tengamos nada que celebrar a los 25 años de su siguiente victoria electoral.