Pocas horas después de que el PP rechazara que José María Aznar acudiese al Congreso (español) para explicar de qué información disponía cuando apoyó la guerra en Irak, el presidente compareció ante el Congreso (de EEUU) para renovar su "compromiso" con la política norteamericana. Cuando el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, ya admite en Washington como "posible" que Sadam no tuviese armas de destrucción masiva, Aznar insiste en que ese riesgo fue "real". El presidente español centra ahora su defensa en decir que la clave de la intervención no eran aquellas armas de las que él mismo habló, sino la lucha contra el terrorismo. Pero hasta para eso se dirige antes a los norteamericanos que a los españoles, a quienes aún no les ha aclarado desde el Parlamento que lo que les dijo en su momento carecía de precisión y no era verdad, cuando eso ya empiezan a reconocerlo en sus respectivos países tanto Bush como Blair.

Mientras, Rato y Zaplana consiguieron no ruborizarse ayer cuando responsabilizaron a la ONU de haber certificado la existencia del arsenal de Sadam. Por lo oído, esperan que se haya olvidado cómo el Gobierno se subió al carro de la invasión ilegal en simple seguidismo de lo que hacía Bush.