El usurpador, el patriota, el metrosexual Aznar ha estado una vez más en Washington, en la Casa Blanca, en el despacho oval, visitando al jefe, a ver qué ordena, o por si le presta la viagra del poder. Bush lo ha recibido con el afecto que le merece la doméstica mascota española, le ha dado cariño, y probablemente habrá premiado su fidelidad con algún nuevo y ovalado hueso. Pues, como caniche, José María Aznar es casi tan bueno como Tony Blair, y tampoco necesita correa para volver a la casa del amo, a ocupar su sitio en la caseta.

Aznar, como todo el mundo entiende, ya no es presidente del gobierno, ni de su partido, ni siquiera, que sepamos, candidato a nada, por lo que, al margen de a sí mismo, yo creo que hoy no representa ni a Mariano Rajoy, quien, supongo, lógica y responsablemente, habrá aplaudido que Bush reciba a Aznar antes que al presidente legítimo del gobierno español. Le habrá parecido bien a Rajoy que el político más poderoso de la tierra haya dado protocolo al ex, rango, y quién sabe, de paso, que cóncavos mensajes, qué misiones o instrucciones habrá impartido a este español de a pie, a este profesor de la escuela de líderes. Instrucciones, misiones tal vez, porque... Esta pareja de dos, mano a mano, en confianza, con los puros, las cervecitas cerca y los zapatos sobre la mesa, son capaces de maquinar, en cuarenta minutos de colegueo, alguna gorda.

No hace mucho, cuando todavía ocupaba La Moncloa, Aznar y su policía política calificaron de malos españoles, antipatriotas, vendepatrias, traidorzuelos, desleales y bolcheviques a aquellos políticos aragoneses que se desplazaron a Bruselas para protestar por el Plan Hidrológico Nacional, que incluía el trasvase del Ebro. Entonces, Aznar negó que Marcelino Iglesias representase siquiera a una parte de España, y lo señaló con la mácula de la traición. Si le aplicásemos la misma norma que él promulgó, tendríamos a Aznar convertido no ya en un amigo americano, o en un perrito faldero de Bush, sino en un Judas, en un elemento nocivo, usurpador, vicario, en un español colonizado, en un doble agente, en un sospechoso de lesa patria, en un peligro para la estabilidad, el equilibrio y la seguridad nacional. Pues quién sabe, a la segunda cervecita, qué secretos no le habrá contado Castellanos a su amiguete texano acerca de los planes de ZP para potenciar el Islam sobre la vera Cruz e inficionar el heroico ejército español de transexuales, para, incluso, en un claro atentado patrimonial, negarle a él, a Ansar , el pan y la sal de la vida pública, el amor del pueblo, los laureles de la historia, arrastrándolo por el fango hasta lesionarlo en su honor, y desbigotarlo.

A los españoles, digamos, maduros, les gustaría pensar que en esta incómoda visita a la Casa Blanca no se habló de ZP, ni del malvado Moratinos, ni de Irak. Que Aznar, lejos de celebrar el desplante de Bush, lejos de jalear al toro texano para que cornee a Bambi y lo remate antes de que se haga mayor, se limitó a comentarle sus experiencias con los estudiantes de Georgetown, entre los que habrá detectado rojos, islamitas, porreros, desviados y seguidores de Kerry.

Pero seguro que hablaron en serio, amigo ...

*Escritor y periodista