A pesar de que la campaña por el veto parental en los centros de enseñanza no les ha ido muy bien a sus promotores, debido en gran parte a que la sociedad española es altamente refractaria a la xenofobia, el machismo y la homofobia que transmite la extrema derecha y sus palmeros, seguro que van a continuar golpeando lo que ellos consideran ideología propia de «progres», que no son otros que los valores derivados del humanismo cristiano de nuestra cultura occidental.

No es una obsesión pasajera, una ocurrencia de conservadores «casposos», sino una estrategia calculada que tiene el objetivo de imponer sus valores como palanca para llegar al poder.

ANTONIO POSTIGO

Por eso en el Ayuntamiento de Zaragoza imponen al equipo de gobierno recortes en programas vinculados con la igualdad, la violencia machista y la cooperación al desarrollo. O simplemente las modulan, cambian su orientación y denominación, así, la violencia machista pasa a denominarse «violencia intrafamiliar», las ayudas a mujeres embarazadas se convierte en una forma distinta de ayudarles, y la cooperación la convierten en un gasto superfluo que debe trasladarse en ayudas con los nacionales y no con los de fuera.

Para ellos es más importante reorientar y eliminar estos programas que conseguir más recursos para asfaltar o mejorar la limpieza de las calles. Su único objetivo es cambiar los valores de la sociedad democrática por los suyos. Niegan el calentamiento global, consideran enemigo al inmigrante, reniegan de la Unión Europea, abanderan el machismo y reducen todo a la bandera y la patria.

Hace unas semanas, un distinguido articulista de un medio de comunicación de ámbito nacional, definía a los seguidores de Vox como «militantes del PP con dos carajillos». Salvando la gracieta de la definición, que la tiene, convendría empezar a tomárselos en serio y dejar de jugar con fuego.

El cambio que se produjo en la sociedad occidental con la irrupción de Margaret Thatcher, Reagan y el economista representante de la escuela de Chicago, M. Friedman, todavía lo estamos pagando. Con el individuo, la familia y la propiedad privada como banderas, por encima de cualquier otro valor, construyeron una sociedad donde la comunidad no existe, el individuo es el rey, y la competencia la única forma de sobrevivir. «La sociedad no existe, solo hay individuos y familias» decía ella. «El Gobierno no es la solución sino el problema» decía Reagan. Sin sociedad y sin Estado todos sabemos que la política se reduce a facilitar el progreso y el enriquecimiento de los poderosos.

La ruptura con el keynesianismo de la posguerra que supuso el desarrollo de estas políticas, afectó al Estado del bienestar, al concepto público de los servicios, al mismo significado del papel de la política y los políticos; desregulación, crisis laboral, desprestigio del movimiento sindical, reducción de las libertades. Todo se fue encadenando llevándonos a una sociedad occidental muy globalizada en lo económico pera cada vez más reducida en los derechos sociales.

Llevamos casi cuarenta años con períodos de políticas más o menos intensas en esta dirección. Más intensificadas cuando gobiernan los conservadores y más dulcificadas cuando lo hace la socialdemocracia.

En España, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero entre los años 2004 y 2011, supuso un cambio de dirección liderado por la izquierda política y social. Es en este período cuando se recupera el concepto de ciudadanía y más sociedad. Es por ello que se desarrollan nuevos derechos, más libertades políticas y nuevos valores en la sociedad española. De ahí surgirán las políticas de igualdad, la memoria histórica, las políticas migratorias, la lucha contra la violencia de género, la mayor cooperación al desarrollo, el matrimonio entre personas del mismo sexo, las nuevas regulaciones del aborto y el divorcio, la concertación como vía de solucionar conflictos y resistir a la desregulación laboral, entre otras muchas medidas de progreso.

Frente a esta sociedad más plural y abierta es contra quien arremeten las derechas extremas. Y ahí tanto el PP como Ciudadanos no pueden transigir. No defiendo un cordón sanitario que incremente su victimismo. Me sirven perfectamente la coherencia de las declaraciones del responsable del PP en el País Vasco, Alfonso Alonso, cuando dice. «Vox es un partido contrario a la Constitución y cuya propuesta para el futuro de España es retrasar los relojes cuarenta años. España necesita, moderación, sensatez y convivencia». Con eso me quedo.