Nadie diría, realmente, que José Luis Gracia Mosteo, hallándose en su plenitud narrativa, acabe de debutar, en su mayoría de edad, en el género poético. Porque La balada del valle verde , que ha merecido el premio Elvira Castañón, nos ofrece la voz de un poeta hecho, de raíces profundas que se alimentan en el nutriente de la naturaleza, y que tiran de nosotros hacia los estratos donde nacen las plantas, y de donde brotó el ser.

Ya Javier Aguirre, en un espléndido prólogo a los versos de Gracia Mosteo, nos recuerda que algunas de las líneas maestras de su narrativa (La saga de los Pirineos , La dama cautiva de Jaca o El asesino de Zaragoza ) obedecen al permanente pálpito del campo: la naturaleza brillante del Pirineo o la hondura sensorial del valle del Jalón , el valle verde. Y, en ese temblor, cita el propio Gracia Mosteo a Dylan Thomas: La fuerza que por el verde tallo impulsa la flor/ impulsa mis verdes años, la que agosta la raíz del árbol/ es la que me destruye.Así, por los verdes valles de la naturaleza y la poesía, al calor de los clásicos, transido de inspiración, discurre el verso limpio, desnudo, emocionante, de Gracia Mosteo. El debe ser el hombre de tierra y paja que mira a las nubes que pasan y oscurecen el ganado , cuando es tarde, muy tarde, para el buey y la luna . El debe ser el hombre amasado por la sed de las alas de la siesta; el hombre de tierra y paja, lejos del cielo de tierra . El poeta tiene una casa, y esa casa tiene una granja encalada en su corazón. De allí, en dirección al campo, sale el hombre de tierra, del color de la tierra, que diría el subcomandante Marcos, o el hombre de maíz, que diría Miguel Angel Asturias. Ese hombre, que eres tú, no busca el norte arriba ni el sur abajo, el tiempo en la arena ni la quietud en la piedra, el cielo en lo alto ni el infierno en lo hondo, la causa en el agua, ni el absurdo en las estrellas. ¿Qué busca? Nada, pues él, el hombre del color de la tierra, el hombre de maíz, hecho de poesía y de sueños, es el norte y el sur, el año, el instante, el cielo y el infierno, el principio y el fin. Es el sol, el mundo, la tierra y el valle. El valle verde...Casi sin darme cuenta estoy interlineando a Gracia Mosteo, sin entrecomillar su prosa poética, su poesía, porque esas palabras ancestrales, dibujadas en el barro, parecen surgir no de una pluma, de una mente, sino de un sustrato natural, al alcance de la mano, que simplemente perfuma el aire a nuestro paso, y nos hace inspirar el aroma de una planta silvestre. Y nos obliga a respirar un clima nuevo, más cordial y próximo, algo así como la atmósfera de un paraíso perdido en los verdes valles de la inocencia.Casi sin darme cuenta estoy memorizando estos versos primigenios, básicos y rotundos como los pasos de

el hombre de tierra y paja que mira a las nubes que pasan y oscurecen el ganado es tarde, muy tarde, para el buey y la luna el hombre amasado por la sed de las alas de la siesta; el hombre de tierra y paja, lejos del cielo de tierra MarcosMiguel Angel Asturias

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