A los tres poderes tradicionales del Estado moderno --ejecutivo, legislativo y judicial--, Mariano Rajoy ha añadido un cuarto, que no es precisamente el de la prensa, algo que hubiera resultado muy extraño en un presidente del Gobierno alérgico a las ruedas de prensa con preguntas. El colectivo que fue elevado el miércoles a la categoría de cuarto poder fue el de los barones del PP, es decir, el de los presidentes de comunidades autónomas que han decidido, por la cuenta que les trae, meter cuchara en los grandes debates llamados nacionales. José Antonio Monago (Extremadura), Alberto Núñez Feijóo (Galicia) y Juan Vicente Herrera (Castilla y León) fueron invitados por Rajoy, durante la reunión del comité ejecutivo del partido, a "enriquecer" con sus aportaciones el anteproyecto de ley del aborto, elaborado por el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón. Con esa improvisada salida de bombero trató de apagar el presidente la hoguera que se había producido en sus propias filas a propósito de una ley del aborto restrictiva, injusta y reaccionaria. Fue una nueva exhibición del llamado estilo Mariano de hacer política. El caso es que este asunto del aborto ha hecho cambiar el paso a los dirigentes populares, que a estas horas se preparaban para predicar la buena nueva de la recuperación económica y para exhibir músculo hispano ante el desafío soberanista de Artur Mas, un cóctel adecuado para atenuar la previsible hemorragia de votos en las elecciones europeas de mayo. Pero el problema es que algunos de los barones del PP obedecen a su particular calendario electoral, y están interesados en marcar perfil propio y huir de los charcos para no complicarse las elecciones autonómicas del año que viene.

Periodista