No ganamos para sustos. Ahora es el precio del petróleo, el barril de Brent se ha puesto a 37. Ese Brent se debe estar forrando. Los 37 dólares por barril ensombrecen los telediarios, estropean las cenas, igual que antes las estropeaban los negritos de Biafra, aunque ahora a esas estampas ya nos hemos acostumbrado, por eso en Ruanda se tajeaban los miembros, para innovar en el horror, siempre en la estela del máximo productor de horrores y espantos, que es la metrópoli bananera por excelencia, los USA que nos alimentan día y nuit el imaginario. Ahora, para espantar las cenas frías de Occidente, lo único que queda (Al Qaeda) es mentar el barril de Brent. Sale el nuevo presidente del FMI, que es español, el menos damnificado por la hecatombe electorífera, y se tiene que estrenar en el cargo admonicionando sobre el impacto telúrico del barril de Brent, ay, que se ha puesto a 37. Desde la primera vez del Golfo, con Bush padre, no había subido tanto el alquitrán. Esto va a encarecer la autovía Somport Sagunto. Y no olvidarse del precio del acero. Dicen los mercados (palabrita de Lisa Simpson), que la torpeza de Bush hijo guarda alguna relación con esta curva terrorífica del petróleo. Y nosotros, ingenuos analistas cutremix de las veleidades del Imperio, pensando que toda esta invasión era para controlar el asunto, el petróleo. Seguramente era por eso, pero no lo han hecho bien, el operativo estaba mal diseñado. Un quiero y no puedo. El hijo abunda en la misma pifia que hizo el padre, pero para peor. Invadir a medias las cosas, con tantos tiquisiquis, buscando excusas absurdas, armas masivas, chorradas. Ahora se pone el petróleo a amargarnos la cena, que ya estaba bastante amargada de por si, baja en calorías, cenas bífidas de España, que ya nadie tiene ni hambre ni ganas de cenar, ni la conciencia tranquila para hacerlo. Ahora parece que hemos votado engañados, como si votar engañados, inducidos, conducidos, apacentados, fuera una novedad. La democracia se basa en dejarse apacentar algo de vez en cuando, y especial y fundamentalmente en poder despotricar siempre contra eso o esos en los que hemos delegado el pastoreo. La democracia es la duda permanente, pero dentro de un orden, de un protocolo. El barril de Brent y el virus nuevo nos han amargado la cena, ay, que no podemos chatear en paz. Estos virus van a acabar con el Windows en los juzgados.

*Periodista y escritor