Los magacines televisivos de las cadenas generalistas dedican justo después de los casos de coronavirus y antes de la vida amorosa de toreros, monográficos diarios sobre las ocupaciones de domicilios. Semana tras semana, proyectando una distorsión de la realidad que además de provocar pánico, genera negocio ¿O primero fue la publicidad, su utilización interesada y luego los medios fueron cayendo en el discurso?

El contenido de la agenda periodística determina la percepción social y condiciona la elaboración de la agenda política, y en medio de todo el recorrido hay lobis económicos que salen fortalecidos. Si los veranos discurren llenos de espacios sobre las oleadas de inmigrantes que llegan a nuestras costas, donde hay un 8,8% de población inmigrante nosotros percibimos, como señala Eurostat más del 23%, si se llenan de sucesos escabrosos, algunos claramente estigmatizados como los menas, sentiremos vivir en una sociedad en riesgo, aunque tengamos los niveles de delincuencia más bajos de Europa.

Despertar el miedo, porque estas empresas no venden seguridad sino sensación de seguridad, y claro, para eso primero tienen que vender la de inseguridad. Y una vez que has caído, colocas la alarma en la fachada y veremos si el endurecimiento del código penal que, según una abrumadora unanimidad jurídica, no necesitaríamos.

Da igual que se mezcle el concepto de allanamiento con el de usurpación, que es el que popularmente conocemos como ocupación. Da lo mismo que del primero, más habitual, haya solo 285 sentencias de condena al año, y su gran mayoría deriven de conflictos familiares. No hay datos de que el fenómeno se dispare, los jueces aseguran que no hace falta más leyes, el desalojo de una vivienda habitual es inmediato y la mayoría de los casos se dan en pisos vacíos propiedad de entidades bancarias. Pero los datos como en otros tantos asuntos ya no importan en la percepción colectiva, una vez que nos ha atravesado, la impresión es imborrable y la ultraderecha está preparada a no perder una oportunidad.

Los medios, e incluyo la publicidad, pueden provocar cambios en las formas de pensar de las personas en condiciones de acumulación y concordancia. Su influencia deriva de las informaciones continuas, y de seguir los mismos enfoques y las mismas argumentaciones. La construcción realizada por un fenómeno mediático tiene consecuencias tangibles, individuales como las ganancias de esas empresas o colectivas, como las demandas de vigilancia en la ciudad o de reformas penales. Hemos entrado ya en esa pantalla.