Estos días en que el Ayuntamiento de Zaragoza conmemora los 20 años del Centro cívico Teodoro Sánchez Punter del barrio de San José, queremos con estas líneas rendir nuestro pequeño homenaje a la historia de ese Centro Cultural, a la persona que lleva su nombre y a los miles de vecinos anónimos del barrio que lo hicieron posible. Homenaje que no es recuerdo burocrático sino recuerdo vívido, porque así lo fueron las experiencias de aquellos años.

Fue allá por el año 1985, cuando ya hacía unos años que desde la Asociación de Vecinos de San José impulsábamos una campaña para que los terrenos de la antigua Fábrica de Pina se convirtiesen en una zona verde construida desde la la participación vecinal directa, que terminaría convirtiéndose en el actual Jardín de la Memoria, cuando se decidió reivindicar los terrenos entre las calles Pablo Remacha y Raquel Meller, 10.000 m2, para plaza Mayor del barrio con centro cultural. El empeño no era sencillo porque en el viejo plan urbanístico municipal esos terrenos eran para edificar más bloques de viviendas, en concreto 216 pisos. Eran los tiempos de la especulación a lo bestia que tantos años duró y tanto daño hizo a nuestra ciudad.

A partir de ahí, y hasta 1998 en que se logró materializar esa reivindicación vecinal, fue una larga lucha en la que además de los protagonistas particulares hubo un protagonista colectivo esencial: los vecinos del barrio y, sobre todo, los vecinos y comerciantes del entorno de la zona, de manera masiva y continua.

Y ahí cerca estaba la parroquia de San Agustín, donde se celebraron las mayor parte de las decenas y decenas de asambleas vecinales convocadas por la asociación del barrio para informar, debatir y decidir los pasos que había que ir dando. Y a la cabeza de la parroquia estaba Teodoro Sánchez Punter, el entrañable párroco y amigo; y también Ramón Arribas, que había sido párroco de Alfamén multado durante el franquismo por una de sus homilías contra la pena de muerte, y amigo a su vez de Teodoro. Y en la parroquia estaba el taller ocupacional, impulsado por Olga Brau, Luis Roche, Manolo Tricas y... tantos otros y otras. En aquella época, la parroquia, la asociación de vecinos y una cantidad inmensa de vecinos formaron una piña con un objetivo: liberar de viviendas ese espacio urbano y lograr una plaza y un centro cultural para el barrio. Y se consiguió, al cabo de pacientes pero pertinaces trece años.

Entre las muchas acciones que se llevaron a cabo no faltaron desde plantaciones de árboles reivindicando el terreno hasta miles de tarjetas con DNI, firma y sello dirigidas al entonces alcalde González Triviño; desde fiestas reivindicativas hasta fallas quemadas por la Comisión de Festejos en apoyo a la reivindicación. Naturalmente, también en la calle y en los plenos municipales de la época estuvieron presentes con su voz propia muchos miles de vecinos.

Al final, en tiempos de la alcaldesa Luisa Fernanda Rudi, se terminó la plaza y su equipamiento cultural, con alguna anécdota tan cutre y tan del estilo del PP como que fueron cambiados algunos elementos del proyecto que, con participación vecinal, había sido elaborado por el arquitecto municipal J.D.P., siempre receptivo a las propuestas. Lo más llamativo fue el cambio del color de los bancos de la plaza, que en principio eran de color violeta y que por ser considerados «de color erótico» (sic) fueron cambiados por orden de la alcaldía. ¡Vivir para ver -decíamos-, aunque no diéramos crédito!

Han pasado 20 años y hoy el Centro Cultural Teodoro Sánchez Punter, así llamado a propuesta de la asociación de vecinos, forma parte del presente de nuestro barrio, un presente difícil de entender sin pequeñas historias del pasado como las de Teodoro Sánchez y tantas otras personas que vivieron colectivamente esos años difíciles pero ilusionantes.

*Expresidentes de la Asociación de vecinos del barrio San José de Zaragoza