Estuvo muy bien el escritor y bibliófilo José Luis Melero cuando, en la presentación de Cuentos de San Cayetano de José Antonio Labordeta, dijo aquello de que los que califican Zaragoza de ciudad triste y casposa podrían irse a vivir a Nueva York. Con el éxodo de modernos hacia Manhattan, la capital aragonesa menguaría un poco de población, perdería por la parte del sector victimista. Pero nada de preocupar.

De cuando en cuando, siempre acabas dando con alguien que te viene con el mismo cuento. De primeras, esos interlocutores quedan un peldaño por encima de ese paisaje desolador que llevan pintando desde hace años sin mover una coma. Una ciudad es lo que uno quiere que sea: tres o cuatro amigos, un bar de referencia, una casa, un rincón secreto, una agenda con alicientes, la sensación de no poder llegar a todo, un aeropuerto con viajes baratos, un carasol, la posibilidad de estar cerca de otros sitios, un periódico con el que sintonizar, un cine próximo, un chino, un paseo para tropezarte con alguien o esquivarlo, un puente para cruzar, un río, alguien con quien pegar la hebra, las ganas de irse, las ganas de volver... Claro que si uno aplica al conjunto dos rotundas etiquetas, etiquetas casposas y tristes, pues apaga y vámonos. Vámonos a Nueva York.

Pero Nueva York tiene varios inconvenientes, como se recuerda en muchos pasajes del último libro de Antonio Muñoz Molina, que retrata una ciudad capaz de lo mejor y de lo peor, una ciudad revuelta. La opulencia, por un lado, y las ratas a la vuelta de la esquina. El espejo de muchos modernos tiene sus muescas. Me extraña el empeño de tanto crítico denostador, vecinos fijos de Zaragoza, poco dados al nomadeo. A fuerza de no viajar, sólo captan mediocridad ambiental. Lo flojico. "Eso sólo pasa aquí. Aquí y en ninguna otra parte" . Tras ese aparente conocimiento planetario, es preciso que vengan de otras partes para recordar el buen punto local. En su presentación televisiva, Mari Cruz Soriano recordaba valores, mirando hacia el huerto de su casa: "La tierra de Aragón es compacta, arcillosa, con muchas piedras, en la que es difícil plantar algo; pero si esa planta arraiga no la puedes arrancar, pues sale con mucha fuerza" . Pues eso, guerra a la caspa y a las piedras. Atrás, tristes, atrás. Que se anime el cotarro, aunque la rebaja del IVA se haya quedado en agua de borrajas.

*Periodista