Fiel a sí misma, la moderna televisión prosigue su camino de autodestrucción con la elaboración de nuevas series para analfabetos funcionales. El último atentado contra el buen gusto se titula Sky rojo, y ha sido producido por la plataforma Netflix, bajo la firma de Alex Pina y Esther Martínez Lobato como intelectuales inspiradores y colaboradores necesarios de este delito audiovisual.

Sky rojo, presentada como la sensación de la temporada, cuenta la historieta de tres prostitutas que se fugan de un puticlub de carretera después de haberse revelado contra sus proxenetas, no obstante con los cuales alguna de ellas seguirá manteniendo una relación de amor/odio, pues, vienen a sugerirnos los guionistas, aunque el chulo la muela a palos no por ello la pobre chica tiene por qué desenamorarse del todo.

Las tres meretrices, interpretadas, como buenamente pueden, por las actrices Verónica Sánchez, Lali Espósito y Yanni Prado serán perseguidas por la isla de Tenerife por un malvado proxeneta encarnado por un Miguel Ángel Silvestre que a estas alturas no ha aprendido a vocalizar (o puede que hable hacia adentro adrede, para imitar al macarra).

Pero lo peor de este bodrio televisivo no son los personajes y sus grotescos y groseros diálogos; tampoco sería lo más indecente la violencia ciega que se reparte de manera uniforme, cada pocos minutos, a base de navajazos, torturas, tiros; ni siquiera me parecería lo más mezquino del producto la engañosa publicidad que pretende compararlo con Pulp fiction de Tarantino y otras obras de culto… Lo peor de Sky rojo es, creo, el enaltecimiento de una pandilla de criminales, esos chulos del puticlub, a la categoría, no solo de seres humanos, sino incluso de héroes.

Con esta peligrosa deriva habrá espectadores, en especial los más jóvenes, que tenderán a identificar tales prototipos de delincuentes, asesinos y traficantes de drogas y de carne humana como modelos a seguir. Banalizando su violencia, así como la práctica de la prostitución, se está animando a practicar el sexo por dinero, o a ganarlo de manera ilícita.

Basura con lazo rojo, del mismo color del tresillo de escay del burdel donde las tristes putas se recuestan a la espera de los clientes, pero basura.