Vaya por delante que a diferencia de lo que ocurrió hace un par de octubres en Cataluña, las policías nacional y autonómica han estado más o menos coordinadas frente a los salvajes que, diciendo que defienden el independentismo, han puesto en jaque durante toda esta semana la ciudad de Barcelona. Y eso, aunque los gobiernos central y regional no se entienden. Pero, sin embargo, a pesar de la coordinación, ha habido momentos en que las fuerzas de orden público tuvieron que dar marcha atrás para evitar males mayores y ante el riesgo que corrían los agentes. Y es que había dos o tres manifestantes por policía, siguiendo el manual de disturbios callejeros que se maneja ahora. Son protestas de la nueva era digital pero frente a ella los mecanismos de represión son analógicos. Se sigue el modelo de activismo digital de Rumanía, el de las protestas digitales que asaltaron las calles brasileñas, el de los chalecos amarillos de París y sobre todo el más reciente de Hong Kong, usando la tecnología de forma completamente novedosa para pasar desapercibidos. Y en todas ellas el manual dice que son manifestaciones pacíficas, pero que se pueden convertir en violentas por culpa de las fuerzas policiales, por sus técnicas de represión. El activismo está cambiando.

Be water, muy friend, la popular expresión en la que el experto en artes marciales Bruce Lee condensó su filosofía de ver la vida y de comportarse en la sociedad como agua, adaptable y flexible, es el hashtag utilizado por muchos de los asistentes a las protestas de estos días en la capital catalana. Pero también lo fue en las manifestaciones prodemocracia de Hong Kong. «El agua puede fluir», decían. En el aeropuerto de El Prat, en Barcelona, el colectivo llamado Tsunami Democràtic compartió una foto de la infraestructura colapsada con el mensaje «el agua siempre encuentra un agujero por donde colarse».

Hay muchas similitudes. Las convocatorias son virtuales, y se utilizan originales tácticas para proteger las comunicaciones, organizarse en las protestas multitudinarias y no revelar a nadie la identidad de los convocantes. Se utilizan aplicaciones de mensajerías discretas, como Telegram (en nuestro país la usan muchos partidos y políticos por considerarla más segura), redes cifradas que tienen más simpatía que WhatsApp. Tsunami Democràtic incluso utilizó una aplicación, P2P anónima con un diseño técnico sofisticado. Dicen los nuevos manuales de estas protestas que en caso de tener que hacer llamadas telefónicas lo mejor es utilizar Android o iPhone y respecto a las fotografías y los vídeos no se recomienda que se almacenen en la memoria del teléfono o de la tarjeta mucho tiempo, es mejor que pasen directamente a la nube. Para evitar intervenciones policiales, la aplicación de Tsunami Democràtic solo funciona en móviles Android y no pasa por la tienda oficial del Play Store, además hay que descargar un archivo en el móvil y escanear un código QR con lo que se consigue mayor anonimato y control. Al final, fueron cerradas el viernes por supuesto delito de terrorismo, aunque hubo muchas horas que burlaron la acción que ordenó la Audiencia Nacional.

Pero también se toman medidas mucho más visibles, como es el uso de punteros láser de cierta potencia para deslumbrar a los policías, que estas noches pasadas hemos visto en las calles de Barcelona, o lanzamiento de petardos y bengalas hacia los coches de los agentes. Y, de acuerdo con esos mismos manuales, la opaca organización Tsunami Democràtic tuvo como objetivo un foco de atención internacional como es el aeropuerto de El Prat que puede ejercer una fuerte carga simbólica gracias a la posibilidad de difundir el eco de estas protestas a través de las oleadas de turistas que acuden a Cataluña. Es lo mismo que se quería hacer en el Camp Nou con motivo del partido de fútbol entre el Barça y el Real Madrid que estaba previsto para el 26 de octubre y que finalmente ha sido aplazado a diciembre.

Es, pues un momento en el que los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado deben buscar otras formas y mecanismos de represión frente a los avances tecnológicos de los colectivos que organizan las protestas. Es evidente que España no es Hong Kong, donde tecnológicamente se está mucho más avanzado, pero las acciones telemáticas policiales que ya han demostrado su validez para resolver distintos casos contra la ley deben seguir potenciándose. Mientras tanto, no cabe ninguna impunidad ante los hechos tan violentos que se han podido ver en directo a lo largo de varias noches de esta semana y la calle debe volver a tener civismo.

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