El Partido Popular de Aragón acaba de estrenar nueva etapa, siendo de esperar que sea para su propio bien y el de los ciudadanos.

Será en adelante Luis María Beamonte el encargado de regir los destinos de la fuerza conservadora. Un político honesto y curtido en diversas administraciones, sólido, previsible y realista. Sin excesivo carisma ni imaginación, pero habitualmente bien rodeado de equipos capaces de suplir sus lagunas. En esa línea, ha contado para la nueva dirección con compañeros suyos de los que emana positividad, eficacia y cordialidad, como Mar Vaquero, Antonio Torres o José Manuel Aranda.

Cuenta asimismo como ventaja de partida Beamonte con la nula herencia de Luisa Fernanda Rudi, finalmente retirada con una impecable hoja en blanco en su haber, en cuyos invisibles renglones nunca hubo, ya no fantasía, originalidad o riesgo, sino ni siquiera una buena gestión administrativa. Prueba son las cifras de paro que dejó en Aragón y el recorte a los derechos sociales en educación y sanidad, nunca perpetrados hasta la fecha. Su equipo, al servicio de las fuerzas muertas del Aragón más rancio, ha conseguido no ser jamás noticia nacional, al no cambiar, mejorar ni transformar nada en una tierra que les ha dado mucho más de lo recibido. Descansen, políticamente, en paz.

En cuanto se aplique a desmontar semejante bluf, Beamonte descubrirá que de la renovación de sus contactos en Madrid o Bruselas dependerá buena parte de su constructo, si es que el PP--Aragón se va a decidir a elaborar un proyecto de Comunidad un paso más allá de la rudimentaria administración de la Administración.

Tiene margen, durante el resto de legislatura, para elaborar dicho proyecto y cultivar a sus socios. Un PAR a la baja, sin liderazgo ni mensaje, desubicado en el mapa regional y nacional, pero que sigue contando con fuerzas comarcales y municipales nada desdeñables, y con un Ciudadanos irrelevante, como en la mayor parte del país, sin otro interés que sus obediencias nacionales, entre las cuales la compensación económica a Cataluña en detrimento de inversiones o caudales de prioritario aprovechamiento en Aragón.

Asimismo favorece a Beamonte la dramática división de la izquierda, con esa lucha cerrada entre esos extraños aliados que son o dicen ser PSOE y Podemos.

Nuevos tiempos para el PP--Aragón. Era hora.