El alcalde de Zaragoza, Juan Alberto Belloch, zanjó ayer con un decreto la crisis abierta en la Junta de Gobierno del Ayuntamiento. En un gesto de desafío a su propio partido, el PSOE zaragozano, Belloch ha vuelto a reorganizar la áreas en que se divide la gestión municipal, exhibiendo en forma más bien simbólica su propio poder frente a su supuesto alter ego y compañero Carlos Pérez Anadón. Para llevar a cabo esta escenificación sin hacer más sangre de la imprescindible, el gobierno de la capital aragonesa queda convertido en un complicado entramado de áreas y subáreas, con nueve tenientes de alcalde y un décimo responsable que es el primer cargo no electo incrustado en la Junta. A simple vista, parece dudoso que tal organigrama pueda resultar operativo. Esta es la primera duda. La segunda, que la crisis pueda darse por definitivamente cerrada. Muchos creen que a esta pelea aún le quedan nuevos asaltos.

La ciudadanía ha de ver este último episodio con fatigada indiferencia. Las claves internas (de partido) que desencadenan estas extrañas crisis son absolutamente ajenas al interés de los vecinos, que, como venimos diciendo, sólo aspiran a que la ciudad sea bien administrada. En eso debe utilizar Belloch su poder.