Con su clásica socarronería, el filósofo británico Bertrand Russell usó la parábola de un pollo feliz al que un granjero daba de comer cada día. El pollo engordaba y confiaba en la mano que le daba de comer, pese a que otros animales de la granja le advertían: «Vas a morir, pollo, ese granjero solo está intentando cebarte».

Pero el pollo no les hacía el menor caso. Durante toda su vida, el granjero le había dado de comer, incluso le murmuraba amistosas palabras. ¿Por qué iban a cambiar tanto las cosas de un día para otro? Pero un día, bruscamente, cambiaron para siempre y el mismo hombre que daba de comer al pollo le torció el cuello.

Según Yascha Mount, autor de El pueblo contra la democracia (Paidós) donde se recoge este didáctico divertimento de Russell, la tragedia del pollo se derivó de su error al formular hipótesis simplistas.

Tal como le sucedió al pollo de Russell, nos advierte Yascha Mount, podría pasarle en un tiempo no lejano a nuestra democracia.

A todas las democracias liberales, por extensión. Víctimas de manos amigas que supuestamente les dan de comer el pienso de la demagogia y las vitaminas del antisistema, esas granjas de derechos fundamentales y pacífica convivencia entre especies políticas podrían transformarse en democracias iliberales, limitadoras de garantías básicas de individuos y promotoras de nuevas formas de gobierno próximas a autocracias.

En opinión de Mount, cada vez son más los granjeros (agitadores disfrazados) que alimentan al pollo (nuestras democracias) para torcer el cuello a sus Constituciones. Hasta que llegue la hora de ajusticiar el sistema que ha regido en Occidente y abonar con la intolerancia sus pesebres ideológicos, estos falsos granjeros se emboscan en la demagogia. ¿Que el nivel económico de los ciudadanos se ha estancado? ¡He ahí una razón contra la casta! ¿Que antes un grupo monoétnico, una jerarquía racial regía USA, Canadá y Europa, pero, tras décadas de inmigración masiva y activismo social, ese coto se ha ampliado? ¡Otra! ¿Que hasta hace poco la comunicación de masas era dominio de una élite y hoy se ha globalizado? ¡Una más! Y así, hasta degollar al pollo.