Las primeras declaraciones del aún consejero de Sanidad del PP de Madrid, Javier Rodríguez, a propósito del contagio por ébola de Teresa Romero fueron una cadena de despropósitos y de falta de sensibilidad. Pero entre tanta verborrea quedó sobre todo retratada la todavía más sonrojante actitud del personaje: "Yo llegué a la política comido y bien comido", proclamó. Esta declaración de principios delata una premisa y un vicio que deberían estar superados: que ejercer cargos públicos es para personas ya acomodadas o, peor aún, que sirve para enriquecerse.

La arrogancia del político madrileño es la prueba de que hay residuos del pasado que los votos no lavan: sillones llenos de caspa y despachos con olor a rancio. Los casos abundan. José Luis Baltar, al frente de la Diputación de Orense durante 22 años, está condenado por prevaricación continuada, una sentencia que no tendrá efecto práctico por su condición de político jubilado. Por su parte, Carlos Fabra, que no ha tenido reparo en alardear de despotismo y arbitrariedad (su familia ha copado la Diputación de Castellón desde hace 140 años), tampoco esconde que confía en salir indultado de la condena de 4 años de cárcel por defraudar 700.000 euros al fisco.

El caciquismo (viejo o nuevo), cuyos tentáculos se mueven en todos los sectores --ahí está Arturo Fernández como figura de referencia en el mundo empresarial--, nada tiene que ver con el espíritu democrático. Tampoco, claro, el hecho de que algún diputado haya logrado su plaza en listas electorales gracias a donaciones privadas a su partido (¿compra del escaño?).

Sin embargo, la propia esencia de la democracia impide acabar con estos estómagos agradecidos que además presumen de ser aguerridos defensores de la Constitución, pese a que en su momento quizá pensaran como Aznar, que en el 79 veía la nueva Carta Magna "demasiado ambigua" y era partidario de una "abstención beligerante". Es inevitable. A veces no queda otra que llamar a la rebelión, aunque sea a través de versos como los de Luis Cernuda: "Contra vosotros todos / Contra vuestra moral, contra vuestras leyes / Contra vuestra sociedad, contra vuestro dios / Contra vosotros mismos, vientres sentados". Periodista