Es difícil de entender que los partidarios del nacionalcatolicismo no cepten que ya no pueden imponer sus convicciones morales a toda la población española. Se puede comprender que, como ha dicho algún obispo, haya gente que prefiera morir tras meses o años de intenso sufrimiento provocado por una enfermedad para la que la Medicina todavía no tiene respuestas. Cuesta entenderlo a estas alturas, pero hay que respetar que haya personas, y obispos, que quieran ganarse el cielo haciendo méritos «compartiendo el sufrimiento de Cristo», como afirmó el obispo de Alcalá. También hay que respetar a los sanitarios que prefieran abstenerse cuando un ciudadano quiera utilizar su derecho a bien morir y que se declaren objetores. Se podría hacer un registro de manera que, quien optase por el sufrimiento hasta la muerte, lo dejase por escrito, y llegado el momento, ni sanitarios bondadosos ni familiares compasivos pudieran impedir la voluntad del sufriente. Estoy seguro de que el Obispo, encabezaría dicho registro en un ejercicio de coherencia y que le seguirían firmando una declaración similar, sus colegas de la Conferencia Episcopal. Lo que no pueden pretender es que todos los ciudadanos aceptemos sin más sus creencias. Por el contrario, es urgente una Ley de eutanasia para poder ejercer el derecho a morir con dignidad cuando ya no hay otra posibilidad que esperar el sufrimiento inútil. Por otro lado, hay que ser muy mala persona para afirmar que lo que mueve a los impulsores de la ley es el ahorro en el sistema sanitario y en la Dependencia. Lo dice un miembro de un partido que donde gobierna se empeña concienzudamente en desmantelar la sanidad pública y que nunca se creyó la Ley de la Dependencia. Conclusión: mueran ustedes como quieran, gánense el cielo y déjennos a los demás morir en paz y con dignidad. H *Profesor de Universidad