En estas fechas cercanas a la preinscripciones para las matrículas en muchos centros educativos de primaria y secundaria, privados, concertados o públicos, observo rótulos «centro bilingüe». Obviamente es inglés. Su enseñanza es sinónimo de excelencia educativa. No he visto ninguno con el rótulo «centro educativo para la solidaridad».

Este mantra del bilingüismo se ha extendido por todas las comunidades autónomas desde la de Madrid. Al respecto me parece interesante el vídeo disponible en la red, de Patricia Ryan, profesora de inglés, titulado Don´t insist on English! (No insistas en inglés). Entre otras cosas señala: «Hoy día las lenguas están desapareciendo más rápido que nunca. Cada 14 días desaparece una; y, a la vez, el inglés es la lengua mundial por excelencia. ¿Podría haber alguna conexión? Su enseñanza es un gran negocio. Según el último ránking mundial de universidades, las mejores están en Reino Unido y EEUU. Mas, si no eres nativo has de pasar un examen. ¿Es correcto rechazar a un estudiante solo por su conocimiento lingüístico? La investigación, las revistas científicas todas en inglés. ¿Qué ha pasado con la traducción? En el Renacimiento islámico se traducía muchísimo. Del latín y el griego al árabe y al farsi, y de esas a las lenguas germánicas y romances de Europa. Y así iluminaron la Edad Media europea. No estoy en contra del inglés. Pero no debe ser un obstáculo. Nuestro sistema equipara inteligencia con saber inglés, algo arbitrario. Grandes genios no tenían que saber inglés. Un claro ejemplo: Einstein. Afortunadamente no tuvo que aprobar un examen de inglés, porque el TOEFL, el examen de inglés estadounidense, no existía antes de 1964.

Diferentes informes disponibles en red: del Área de Educación de Izquierda Unida, de la Plataforma Acción Educativa y de la Universidad Carlos III se muestran muy críticos sobre los programas de bilingüismo. Señalan «el bilingüismo que se está implantando en el actual sistema educativo resulta destructivo para las asignaturas impartidas en inglés, que son sacrificadas en aras del aprendizaje del idioma, con una creciente dificultad en el alumnado a la hora de comprender los conceptos específicos de cada disciplina». Los libros de texto de las materias en inglés lo único que hacen es reducir los contenidos y abordar las asignaturas, ya desde primaria, dando por supuesto que el alumnado que nació siendo bilingüe o en un mundo angloparlante.

Además se está configurando como un elemento de segregación social. En los centros con programas y secciones bilingües se agrupa al alumnado según el dominio del idioma. En el grupo no bilingüe se concentran precisamente los que más dificultades tienen. Esto se contradice abiertamente a una educación basada en la equidad y la inclusividad en la educación obligatoria. En las aulas bilingües ha aumentado el porcentaje de alumnado de familias con estudios universitarios (del 33% al 39%), el de familias de ocupaciones profesionales (24% al 29%); disminuyó el de alumnado inmigrante (del 19% al 13%), en particular los de origen latino (que pasaron del 10% al 6%) y el de alumnado con necesidades educativas (del 11% al 6%). Como analiza Rendueles (2016) «Seguramente la herramienta de discriminación social más ambiciosa que se ha ideado en España es el programa de bilingüismo de la Comunidad de Madrid (CAM), una auténtica pesadilla elitista». Como los alumnos no pueden seguir el ritmo de aprendizaje del inglés, los padres, que pueden, tienen que recurrir a profesores particulares o academias. ¡Proliferan como setas en Zaragoza!

Se ha desarrollado un gran negocio de la evaluación del inglés a través de exámenes por empresas externas para el alumnado de 2º, 4º y 6º de Primaria, y de 2º y 4º de ESO. Pruebas encargadas a corporaciones asociadas a universidades inglesas y que cobran por cada examen entre 40 y 100 euros. Estos exámenes externos no se ajustan estrictamente al currículo del curso, sino que son establecidos por las instituciones en función de sus propios protocolos, alineados con los niveles del Marco Común Europeo. Dado que han pasado más de 200.000 alumnos/as solo en Madrid en diez años, imaginemos el negocio que pagamos la ciudadanía, para acreditar el nivel de bilingüismo. Esa presión por acreditar el inglés ignora los ritmos de aprendizaje de los alumnos y desprecia la opinión de los educadores.

Luego existe un colonialismo cultural. El término “bilingüe” es, cuando menos, engañoso. Porque sólo se refiere a determinados idiomas, «del norte», generalmente el inglés. Igual que las políticas coloniales del pasado, la ideología neoliberal, con la globalización como su símbolo, continúa para promocionar políticas lingüísticas que lanzan al inglés como una ‘súper’ lengua que no sólo es inofensiva, sino que además debería ser adquirida por todas las sociedades que aspiran a la competitividad en el orden económico del mundo globalizado. Así tenemos el Black Friday, Halloween y el uso de Champions League. Como señala Ángel Santamaría, no se puede renunciar al aprendizaje del inglés y otras lenguas extranjeras en el sistema educativo público, pero no nos obsesionemos con ser bilingües a cualquier precio.

Y mucho menos por preguntarnos a cada rato si lo somos, pagando —eso sí— para que nos respondan. H *Profesor de instituto