La noticia dice que Venezuela ha emitido un billete de un millón de bolívares que equivale a menos de medio euro. El uso cotidiano de billetes de ese importe tiene que generar complicaciones sinfín. A lo mejor sirve para hacer de los venezolanos unos campeones del cálculo matemático pero seguro que la vida normal se les complica mucho. De hecho, si se ha llegado a emitir billetes de esas características es porque la vida ya es un infierno. Supimos de la intervención administrativa y política de los precios de los productos, de las cantidades de suministros, de la fijación de salarios. Seguramente los gobernantes tendrían buena intención, pero la economía no funciona así. Venezuela es una lección descarnada de las intervenciones arbitrarias en la economía. Tan malas como la no intervención que preconizaban los ultraliberales libertarios que dio origen a la crisis de 2008.

Hay muchos antecedentes de intervenciones políticas en precios y en producciones a lo largo de la historia, que han conducido a escasez de suministros y hambrunas, por ejemplo, en China o en la antigua URSS. En otro tipo de productos ha conducido a verdaderos despilfarros, como en aquella ocasión, en que, para cumplir el plan quinquenal, una empresa fabricó un tornillo de una tonelada, que por supuesto no servía para nada. Pero en este terreno, los venezolanos no nos tienen que enseñar mucho: la autarquía franquista fue un antecedente claro de intervención administrativa y arbitraria de la economía que, además de los desajustes y limitaciones al crecimiento conllevaba lo de todo sistema dictatorial: corrupción. Prebendas para los del régimen, licencias de importación, autorizaciones, estraperlo ¡qué palabra tan castiza para denotar prácticas corruptas! Tendrían que recordarlo la derechita cobarde y la derechona macarra. Nos salvaron Perón y la cesión del suelo patrio a los americanos. Y los que no encontraban trabajo, para Alemania.

En materias socioeconómicas tenemos multitud de especialistas dispuestos a operar a corazón abierto sin haber visto en su vida un bisturí ni una aguja. Sube el precio de la luz, se nacionalizan las eléctricas. Hay un problema continuado de vivienda, limitamos por ley los alquileres. ¿Pondrán en el mercado para su alquiler los que tienen viviendas? En Berlín se ha reducido la oferta ante una medida de ese tenor. No nos acordamos ya de las consecuencias que tuvo para el deterioro de los cascos antiguos de las ciudades, la política de arrendamientos urbanos que venía del franquismo, en cuanto a duración de contratos y revisión de precios. Recordaré que esas limitaciones conducían a que los propietarios no cuidaran el inmueble y no invirtieran en su mantenimiento. Se suprimió de forma gradual por una ley impulsada por el entonces ministro de Fomento, Josep Borrell en los años 80. Cierto que son sectores, la energía y la vivienda, con una incidencia elevada en la vida cotidiana de las personas. Cierto también que el sector eléctrico ha sido un poder fáctico que hacía y deshacía en España, refugio de franquistas. Mandaba y mandaba mucho y con actuaciones curiosas, por ejemplo, mover molinos de viento con energía eléctrica para cobrar primas. O meterse en el negocio de Port Aventura en sus inicios (Fuerzas Eléctricas de Cataluña, FECSA ) con los ingresos que obtenían de los usuarios por la luz, un suministro básico de precios intervenidos.

No hay soluciones mágicas

La vivienda, por su parte, es un bien de primera necesidad sobre el que, en todos los países y por diferentes tipos de gobierno, se ha actuado con más o menos acierto. Un sector en el que la especulación es de sobra conocida. El control de alquileres o la obligatoriedad de sacar viviendas al mercado puede generar efectos contrarios a los deseados y repercusiones en la seguridad jurídica. No sé cuáles son las soluciones a los problemas de la vivienda o los de la energía mencionados, pero estoy convencido de que no hay soluciones sencillas, mágicas y sin coste. En economía rara vez una medida tiene solo una consecuencia y que esta además sea positiva. Siempre hay aspectos negativos, costes de oportunidad, que reducen el resultado deseado de cualquier actuación. En los avances sociales, romper los intereses creados, el status quo, siempre exige actuaciones arriesgadas y atrevidas. Sin embargo, en lo que oigo y veo me da que son mucho más que comportamientos temerarios los de algunas fuerzas políticas. A veces pienso que de la sonda 'Perseverance', que llegó a Marte este pasado febrero, aquí ya teníamos noticias, desde hacía bastante tiempo.