Osama bin Laden ha irrumpido en la recta final la campaña electoral norteamericana cuando era imposible predecir si Bush conservará la presidencia o si la obtendrá su oponente, Kerry. El tenaz empate previo al mitin televisivo del líder de Al Queda significaba que el aspirante demócrata había ganado mucho terreno desde la convención republicana. Y la actualidad no trabajaba contra la esperanza de cambio. El FBI investiga los contratos obtenidos por la compañía Halliburton en Irak, se confirma que el Ejército de EEUU perdió 377 toneladas de potentes explosivos que podrían estar en manos terroristas y un informe cifra en 100.000 los iraquís muertos en la ocupación, evidenciando que la Casa Blanca fue incapaz de imaginar que la invasión no sería un paseo militar sino un río de sangre inocente.

Sin embargo, la sorprendente irrupción de Bin Laden para amenazar a los estadounidenses con nuevos atentados a la sombra del 11-S acentúa el mensaje del miedo con el que Bush busca la reelección. ¿Le bastará al presidente el mitin del terrorista que persigue sin éxito desde el 2001 para deshacer el empate electoral? No es posible decirlo. Pero sin duda le ayudará.