Da la impresión de que en nuestra sociedad, en la sociedad de nuestros días, lo importante es pasarlo bien, lo importante es el ocio. Cuando un equipo de fútbol gana a otro por 2 a 0, o por una diferencia mayor, no es extraño que los jugadores del conjunto vencedor digan que se lo han pasado muy bien sobre el terreno de juego, que se han divertido, que han disfrutado, o algo parecido. Esto que ocurre en la cancha sucede en otras facetas de la vida contemporánea, como si el placer fuera lo que la gente más aprecia. Muchos disfrutan con el deporte, o comprando ropa, o envolviéndose con una bandera, de manera que vemos por todas partes que lo importante es pasarlo bien. Epicuro estaría contento si pudiera ver cuántos seguidores ha conseguido en nuestros días.

Quizá no esté mal eso de pasarlo bien. La gente no es tonta, o al menos todos creemos que no somos tontos, y ¿hay algo más gratificante que pasarlo bien? Seguramente no, así que nos ha dado por pensar que nada iguala a la diversión, especialmente cuando obtenemos una gratificación inmediata, por ejemplo yendo a un estadio o participando en una manifestación que, además, luego saldrá en los noticiarios de la tele, o incluso se retransmitirá en directo, y tendremos constancia de haber asistido a un hecho notable, o como se dice continuamente, a un acontecimiento his-tórico. ¿Acaso se puede pedir algo más?

La verdad se ha convertido en algo secundario, por detrás o dependiente de pasarlo bien, y así hemos entrado en el mundo de la posverdad. Un diccionario que he consultado define la posverdad como algo «relativo a circunstancias en las que los hechos objetivos tienen menos influencia en la formación de la opinión pública que los llamados a la emoción y la creencia personal». Algunos analistas creen que vivimos en un momento de posverdad, no solo en lo tocante a la política sino de una manera mucho más general.

Loobjetivo ha dejado de ser el referente que las personas cultas ponían por modelo. Vivimos en un mundo donde lo subjetivo y las emociones se justifican simplemente insistiendo una y otra vez en que es la verdad de uno, de cualquiera. Si el señor Donald Trump asegura que en su acto de jura como presidente había más público que en la jura de Barack Obama, estamos ante una posverdad. Las fotografías aéreas del 20 de enero del 2017 en Washington mostraban claramente que había mucha menos gente que el día de la jura de Obama. Pero Trump solo tiene que insistir una y otra vez para que esa fantasía adquiera el valor de verdad para mucha gente, aunque en realidad se trate de una posverdad, una impresión subjetiva del hablante, en el mejor de los casos, que sin embargo se puede llegar a tener como un hecho objetivo, aunque sea erróneamente. Esto no solo ocurre con Trump sino con cada uno de nosotros. Todos vivimos en una época en que se puede cuestionar la verdad fácilmente y salir ileso.

La posverdad no es un invento de Trump. Debe haber existido siempre. En una conferencia que pronunció en 1969, Noam Chomsky compartió la siguiente reflexión: «George Orwell observó en una ocasión que el pensamiento político, particularmente en la izquierda, es una especie de fantasía masturbatoria en el que el mundo de los hechos apenas cuenta. Esto es verdad, por desgracia, y es parte de la razón por la que en nuestra sociedad no exista un movimiento de izquierdas serio, auténtico y responsable». No obstante estar de acuerdo con Chomsky, tengo la impresión de que la posverdad también se ha asentado en la derecha: el hecho de que Trump la represente tan bien confirma que se ha asentado en la derecha.

Estamos entrando en una fase donde la posverdad y la diversión forman un binomio que está en boga y su relación es cada día más estrecha. La época de la verdad y de la seriedad envejece rápidamente. Con frecuencia simplemente ha desaparecido del panorama que tenemos delante de nosotros. Podemos echar de menos la verdad y la seriedad, pero todo indica que las cosas no serán como antes, ya no son como antes. Quizás algún día vuelvan la verdad y la seriedad, regresen del rincón al que las hemos relegado entre todos, pero no da la impresión de que eso vaya a ocurrir pronto. Habrá que esperar largo tiempo puesto que la posverdad y la diversión han venido para quedarse con nosotros una buena temporada. Estamos en un mundo en que las emociones han cobrado un valor similar al que tuvieron durante el Romanticismo a costa de los valores de la Ilustración.

*Periodista.