Algunos preclaros analistas anuncian que el bipartidismo (imperfecto, ojo) podría volver muy pronto. Indicios: el despiste de Ciudadanos y el eclípse de Podemos; la emergencia del PSOE sanchista y la probable remontada del PP casadista. Y sí, podría ser. Pero no me atrevería a darlo por hecho. Por otra parte, la situación viene siendo tan fluida y mareante, que de aquí a unas semanas o unos pocos meses todo podría cambiar de no se sabe qué manera.

Rivera se las arregló para salir trompicado de la misma moción de censura en la que a Rajoy le pilló el toro. Desde entonces, es cierto, no acaba de hacer pie, arrastrado por el torrente. Su pretensión centrista, su vocación modernizadora y liberal han hecho aguas porque teme, con razón, ser desbordado por el PP de Casado por la derecha (como él rebasó al propio Rajoy por idéntico lateral gracias a la crisis catalana). De ahí que Cs le esté haciendo ascos a la exhumación de Franco y que intente mantener la imagen de Arrimadas como azote de un independentismo catalán al que es preciso seguir combatiendo (con una reedición más dura del 155) porque su desafío continúa vigente y activo.

Podemos se dobla bajo el peso de la misma moción de censura que resucitó al PSOE y de las circunstancias personales de la pareja líder, plenamente ocupada en atender a sus prematuros mellizos. Montero&Iglesias están literalmente fuera de juego, y sus problemas se agravarán si llegan a instalarse con las frágiles criaturas en el absurdo chalet de Galapagar. Intentan mantener el contacto con su equipo para no perder comba. Pero dicho equipo carece de solidez y presencia. El número tres, Echenique, no entiende de política, y el destierro de gente como Errejón genera un vacío difícil de llenar.

Podemos y Cs no pueden despegarse demasiado de PSOE y PP, respectivamente. Aunque si se subordinan demasiado a sus dos homólogos tradicionales, estos les recuperan el electorado que antes hubieron de cederles. Son vasos comunicantes.

Pero de ahí a que vuelva el bipartidismo... Aún no lo veo.