¿La operación Púnica es la gota que colma el vaso de la paciencia ante los casos de corrupción? Mientras el presidente Mariano Rajoy se parapeta en el perdón, los ciudadanos utilizan sus cauces de expresión para condenar los escándalos a medida que se conocen y para rechazar la lacónica reacción del mandamás. La bochornosa situación exige algo que más que sobrevivir en las excusas, como sabe no solo el líder del PP, sino los dirigentes de los partidos, de los sindicatos, de las entidades financieras... La escalada corrupta de los últimos años, junto a una crisis económica que deja al aire las vergüenzas del sistema, ha provocado que en términos generales la sociedad vire de la desafección hacia la política al rechazo rotundo de quienes trajinan en el escenario público.

Las recetas contra la corrupción están ampliamente analizadas desde hace tiempo. Las disculpas son necesarias pero insuficientes. Que la justicia haga su labor, ensombrecida por la exasperante lentitud con la que se tramitan los casos más escandalosos, no exonera de responsabilidad a los partidos políticos, y en particular al PP, situado en el eje de una tormenta convertida ya en ciclogénesis ciudadana. Bastaría con que escucharan a la calle, comenzando por las voces autorizadas de ámbitos más diversos, capaces de unirse en una idea aparcando la variedad de enfoques: hay que actuar ya, no basta con pedir perdón, esperar que los jueces hagan su papel y que los corruptos plieguen velas ante la que se avecina.

En estas mismas páginas, damos hoy voz a ciudadanos que ocupan o han ocupado espacios representativos en instituciones o en ámbitos sociales. El hilo conductor de sus reacciones a preguntas sencillas y directas sobre cambios en el ámbito de los partidos políticos, sobre necesidad de regeneración democrática o sobre cómo atajar las consecuencias sociales de los casos de corrupción es muy claro: el modelo necesita ser corregido y mejorado para evitar que se generalice una sensación de impunidad. Entre las valiosas reflexiones que aportan los consultados, me quedo con la del juez decano de Zaragoza y presidente nacional del Foro Judicial Independiente, Ángel Dolado. Describe con crudeza los efectos de la corrupción con la siguiente frase: "Es como un cáncer que se ha propagado en toda la estructura social y la metástasis provocará la destrucción del actual Estado Social y Democrático de Derecho, con el riesgo del nacimiento de sistemas de salvación mesiánica (populismos, democracias formales o dictaduras democráticas...)".

Junto al magistrado, profesores de universidad, expolíticos, o activistas sociales, muestran reflexiones similares. La democracia necesita ser cultivada día a día, como recuerda el expresidente de la DGA y exdiputado en el Congreso Hipólito Gómez de las Roces, tarea exigente y alejada de la ocupación del poder como mera administración de servicios: "La democracia no es burocracia: su regeneración más firme consistiría en amueblarla con valores permanentes que son los que dan sentido a la vida humana: la individual y la colectiva". Son muchos y muy interesantes los planteamientos de otros de los interrogados por EL PERIÓDICO, como el de la directora de la Facultad de Estudios Sociales de la Universidad de Zaragoza, Ruth Vallejo: "La regeneración democrática solo es posible devolviendo la democracia a la ciudadanía, con instrumentos de transparencia y participación ciudadana y con el compromiso de cumplir las promesas que dimanan del contrato social plasmadas en los programas electorales".

Las élites intelectuales y los ciudadanos de a pie convergen en su análisis de la situación que atraviesa España. El país que hoy se rasga las vestiduras votó en el 2011 en clave meramente económica, en medio de un sálvese quien pueda europeo, sin atender otras consideraciones de higiene democrática que, hoy se ve, cobran una gran transcendencia cuando fallan. Cuanto más tiempo tarden en reaccionar los partidos con vocación de gobierno más grave será el problema y menos capacidad de respuesta ofrecerán para enmendar la situación. Se espera con muchas expectativas la nueva encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas, por cuanto la inicial desafección y posterior indignación ciudadana está dando paso a un cabreo y a una reclamación de cambio que impregna a la sociedad de manera transversal y profunda. Y no solo por los equilibrios demoscópicos entre los nuevos y los viejos políticos, sino por la constatación de que la gente normal está diciendo basta. La encuesta pondrá de relieve que una masa creciente de ciudadanos desencantada, y en muchos casos con muy poco que perder, quiere ponerse al frente de una etapa de cambio pese al riesgo de lo desconocido. ¿Qué hace falta para que los partidos reaccionen, con el PP mandando en casi todo el país a la cabeza, y adopten las decisiones que desde el sentido común y la dignidad ética vienen reclamándose desde hace tiempo por los españoles?