Navidad en Bushlandia. Y un poco de aprensión por los terrores diversos. Juguetes del mundo, barcos cargados de misiles, emigrantes, juguetes. Si la mayor parte de la población se aburre de hambre y sed, la Expo también tendrá que reflejar eso, esa falta de agua más o menos limpia, como lo reflejó en el magnífico vídeo de París. Ahora vemos lo que nos va a costar depurar el agua, las bolsas de plástico que dejan los mercadillos, por ejemplo. Paisajes lunares urbanos, las bolsas están por todo, como el símbolo de los tiempos, un humano se define porque suele llevar una bolsa de plástico. Y una o más tarjetas de plástico en el pecho, la banda magnética es la identidad, los veinte dígitos definitivos. Si hay juicio final, que ya no parece que vaya a haber, se exigirá a la entrada los veinte dígitos, código de barras del alma. Cuarto centenario del Quijote, el Quijote en SMS, Javier Torres ya se ha ido a vivir a Alcalá de Ebro, la Insula Barataria, para desayunar junto a un río lleno de playas y cigüeñas, un Ebro de meandros, pintores y gaviotas que son bolsas de plástico. La Expo servirá para que trillones de bolsas dejen de vagar por los monegrales como almas en pena.

Las bolsas, cuando van perdiendo los logotipos al sol y las intemperies, se convierten en fantasmas de las cosas que llevaron dentro, las cosas que eran sueños, ideas más o menos petrificadas, ensambladas en fábricas chinas a cuatro perras la vida. El humano ha de meterlo todo dentro de otra cosa, una idea dentro de otra, por eso es tan difícil imaginar los límites del universo, situarlo envolviendo a todo lo demás, sin que a su vez haya un envase o container. El universo sin bolsa produce malestar. Esto de que todo tenga que estar dentro de algo se ve muy bien en el Pilar, que hay una iglesia dentro de otra, y luego otra, casi hasta el infinito.

Hace unos días había un grupo de escolares en esa plaza y la profesora les explicaba los siglos que ha costado edificar la basílica, y de ahí el sentido de la frase, "más lento que las obras del Pilar", aplicable a todo en esta tierra, cada cosa en su escala: el Tubo, por ejemplo (o el AVE). Pues bien, esa sensación, esa realidad que define la frase terrible, es lo que se ha acabado, quizá para siempre. Obras que se acaban cuando se dice. Bolsas con algo dentro.

*Escritor y periodista