La banda de criminales ETA siembra los explosivos de su desesperación en un verano que ya no tendrá primaveras para los terroristas, porque la propia historia de nuestro país ha cerrado el ciclo de su locura. Intentan desesperadamente demostrar que existen, que todavía están vivos, sólo por la inercia que tiene la violencia de no disolverse nunca. Quién mata una vez traspasa un umbral irreversible que convoca la muerte como instrumento de la vida. El eterno disparate. Matar sólo para seguir matando.

No hay un solo argumento político que pueda exhibirse, incluso desde la irracionalidad del terrorismo, para aplazar la disolución de ETA, que sería la única y la última llave para que el nacionalismo radical vasco pudiera encontrar acomodo en la vida democrática. Sus bombas ya no son útiles ni para ellos mismos y amenazan con convertirse en una caricatura de la crueldad que ha atenazado a la sociedad vasca y al conjunto de la sociedad española desde hace más de treinta años. Dentro de poco ya nadie les va a tener miedo, que es el último bastión esencial de la existencia de un terrorista.

España se acostumbró a convivir con el terror de ETA por la capacidad del ser humano de sobrevivir en las condiciones más extremas. El miedo, entonces, se enmascaraba en la vida cotidiana; ahora los terroristas, en su empecinamiento grotesco, están a punto de convocar indiferencia: eso es lo que más le debe molestar a un terrorista que sueña con que el pánico le promueva al arbitraje de la situación. El terrorista no mata ni pone bombas para hacer daño; esas circunstancias sólo son un requisito para promover el terror que maniate a las sociedades y les impida ser libres. Si los actos terroristas dejan de promover el pánico, sólo queda la parodia.

Debe ser muy difícil la opción del retiro y la jubilación para un terrorista consumado. ¿A qué se puede dedicar, después, un asesino que ha tenido el poder sobre la vida de las personas que le rodean en la calle? ¿Puede un terrorista trabajar en una oficina, estudiar arte dramático o vender en los mercados ambulantes? La sensación que trasladan estos terroristas de verano es que siguen siéndolo porque no encuentran ninguna otra salida laboral.

*Periodista