El que hace los goles y el que los impide. El Real Zaragoza tiene en las dos posiciones más determinantes de un equipo de fútbol a dos jugadores hors catégorie, de categoría especial y completamente diferenciales en esta Segunda. El importantísimo triunfo de ayer lo cocinaron entre Borja Iglesias en la primera parte, con dos zarpazos sutiles pero mortíferos, de ariete con instinto asesino innato, y Cristian Álvarez en la segunda, reduciendo las feroces embestidas del Sporting de Gijón con un recital de paradas, ocho en total. El equipo de Natxo González da un paso extraordinario para disputar el playoff de ascenso a Primera con las mismas opciones de ganarlo que el que más.

La mística del fútbol siempre ha encumbrado a los delanteros. Los goles desatan el entusiasmo y los goles los suelen marcar los delanteros. Los dos contra el Sporting llevaron la firma de Borja y suya es la victoria en gran medida. Cabezazo abajo como le recomendó Toquero, lección de veterano con mil batallas a un hombre que ya está dando mucha guerra (y la que dará), y definición perfecta en el segundo, en un uno contra uno ante Mariño tras una asistencia magistral de Delmás.

El excelente trabajo del punta gallego en la primera mitad lo completó Cristian en unos segundos 45 minutos frenéticos, de intenso sufrimiento, con el rival desbocado por la banda izquierda y disparando desde todos los flancos. Normalmente el portero siempre tiene la culpa en el fútbol. Por un error, por un despiste, por un pecado. En este Zaragoza, Cristian es también culpable. Culpable de todo lo bueno que ocurre.