Habrá jugadores con muchos kilómetros en las piernas a los que lo que sucedió el sábado en La Romareda contra el Sporting, antes, durante y después del partido, les asombró menos porque en sus carreras han vivido pasajes con una elevada carga emocional, aquí o en otros clubs. A Zapater, a Mikel, a Toquero o a Cristian quizá no les sorprendiera ese ambiente monumental. Los años son experiencias. Sin embargo, la mayoría de los futbolistas que integran la plantilla son jóvenes y la vida, salvo el día del Huesca, todavía no les había puesto delante de atmósferas tan impresionantes como las que la afición generó en el estadio antes, con más de mil seguidores recibiendo al autobús del equipo con cánticos y un bufandeo espectacular; durante, con quince minutos finales de piel de gallina, con La Romareda cantando a pulmón y sin parar; y después, con el regreso de los jugadores al césped.

Borja hizo de portavoz de esa parte de la plantilla novel. «Lo que se vive aquí es brutal, no sé cómo explicarlo», dijo el ariete. No es difícil imaginar qué pueden estar sintiendo Borja, Papu, Pombo, Lasure, Guti, Delmás o Verdasca. Verse ahí, protagonistas principales de un reto gigantesco: recuperar la Primera División para Zaragoza. Un privilegio único, toneladas de adrenalina. Un desafío brutal en un ambiente brutal y nuevo para ellos.