Patadas en la puerta justificadas, siempre en pro del bien común, esto es, impedir una fiesta o reunión social de las restringidas en aras de la prevención del corona, sabia decisión, aunque se atente contra los derechos más elementales. Imposición de las mascarillas en la playa, en la montaña, en todo momento y circunstancia, a golpe de BOE, el escenario deseado para hacer de esta España nuestra, el mejor lugar para vivir. Ya de paso, deberían apostar por imponer la sana moda de llevar el bozal puesto siempre, incluso en nuestra propia casa, en nuestra camita y con nuestro novi@, el habitual, por supuesto. Sería lo suyo. Poco falta para que llegue ese momento. ¿Qué sentido tiene usar la mascarilla en espacios abiertos, manteniendo las distancias, en la playa o en la montaña, lugares en los que los índices de contagio son prácticamente inexistentes? Que se lo cuenten a los alpinistas o barranquistas, cuando hacen un descenso, o ya, ni eso, simplemente a dos senderistas que caminan por el medio del monte sin nadie más a muchos kilómetros a la redonda. ¿No han pensado ustedes, señores hacedores de la ley, que el uso de mascarilla en determinadas circunstancias puede incluso hasta ser contraproducente en términos de seguridad? La accidentalidad va a ser mayor, pues la mascarilla reduce la percepción de los sentidos y la comunicación fluida, tan crucial en la montaña, pero es que, además, ¿tenemos que volver a recordarles que la OMS recomienda no usar mascarilla para la realización de ejercicio? Es un sin sentido absoluto, y más en estos tiempos en los que a nuestros políticos se les llena la boca vendiendo lo adelantada que va la campaña de vacunación. Más les valdría ponerse los bozales a ustedes, pedazo de podencos.