Leo que se está haciendo muy popular entre la alegre muchachada británica que asuela Magaluf un tatuaje consistente en esta frase: I took Madeleine McCann (Yo me llevé a Madeleine McCann). No sé quién es el tarado que ha tenido tan brillante idea, pero debe tratarse de alguien que ha visto una posibilidad de negocio en su repugnante iniciativa. Y me cuesta entender que alguien, por muy borracho y envilecido que esté, quiera tatuarse una frase que ironiza sobre una desgracia horrible, la extraña y nunca resuelta desaparición de una niña inglesa en Portugal hace ya unos años. Espero que ninguno de los tatuados se cruce con los padres de la cría, pues si le parten la cara no podrá decir que no se lo ha buscado. Pero lo que realmente me preocupa, aunque estemos acostumbrados a exabruptos en las redes sociales y a que los imbéciles insensibles consideren que sus groserías están protegidas por la libertad de expresión, es que alguien tenga una idea tan macabra y que sus clientes la encuentren ingeniosísima. Durante la emisión de Twin Peaks, adquirí una camiseta que decía: Yo maté a Laura Palmer, pero no es lo mismo una broma sobre una ficción que la burla cruel de una desgracia humana. Más bien parece un homenaje a las matanzas de Charles Manson y su pandilla en 1969. Pero es poco probable que el tatuador y sus clientes sepan quién es Charles Manson. Yo diría que no saben nada de nada y que su brújula moral se estropeó hace tiempo: lo suyo es una nueva muestra de idiotez dañina en un mundo en el que cada día proliferan más y contra las que solo cabe el lamento moral. H *Escritor y guionista