Hoy estoy de buen humor. Y se me ha puesto viendo una foto, la de la presidenta de todos los aragoneses mirando con recelo a un señor vestido con un traje antiébola. He pensado: "Mira, así debe mirar a los de Podemos cuando se los cruza en algún sitio". Esto es un reflexión malvada, lo sé, pero si la señora presidenta no está totalmente fuera del mundo (que yo creo que no, porque simpática no es, pero tonta, tampoco), seguramente es consciente de que se avecinan unas elecciones durillas para su partido. Y ojo, también para el de sus antagonistas y, sin embargo, amigos, del PSOE. Porque verán: Mientras los popes de sus respectivos partidos se odian en el escaño (pero luego se van a tomar algo, porque en el fondo todos llevan eones cruzándose por los pasillos del poder), una generación mucho más joven está convenciendo a los chavales, a los jubilados y a la cada vez más mermada clase media de que hay que hacer tabla rasa en política. Y esos mismos popes están contribuyendo a la idea con esa manía suya de taponar a los regeneradores en su propio partido, no les vayan a mover la silla. Y siguen optando por los "clásicos", esos nombres que llevan desde los ochenta con el culo en la poltrona. Que no son más que señores (y alguna señora) que otean ya la jubilación, y que no quieren pasar lo que les queda sin coche, sin despacho y sin prebendas. Porque no están acostumbrados. Y porque piensan que su brutal carisma personal va a hacer que los ciudadanos les voten en masa, enfervorecidos, porque ellos sí que saben de política. A estas alturas, yo lo encuentro divertido. Incluso enternecedor. Porque se van a pegar una galleta de las históricas, y nos estamos dando cuenta todos, menos ellos.

Periodista