Pretendía escribir una columna supuestamente divertida, y sin embargo se entrometió en mi propósito una noticia tan atroz y tan deprimente que no he podido hacer otra cosa que aparcar mis planes para hablar de unos tales Mónica M. P., Bryan Israel N. C. y María Josefa T. L, tres monstruos que algún día fueron personas y que ahora, como cuidadores en el módulo de ancianos y ancianas con alzhéimer y párkinson en la Residencia Los Nogales de Madrid, se han reencarnado en demonios.

Seguramente la mayoría de los lectores habrán oído hablar o habrán visto las imágenes que han emitido los medios de los golpes, las vejaciones, los insultos que estos sádicos infligían a unas pobres ancianas internadas, con la connivencia de la mayoría del personal de la residencia. No consigo imaginar cuánta maldad pueden acumular esos individuos e individuas y descargarla de una manera tan bestial sobre seres discapacitados e indefensos. Oír sollozar a aquellas pobres ancianas me destrozó el corazón y me hizo sentir una gran repugnancia hacia el ser humano. No es justo, porque el ser humano no está representado únicamente por gente tan miserable que busca la destrucción del otro como un modo de vida, pero situaciones así, aunque sea por un momento, me confunden. Estos cuidadores, por llamarles por su oficio, son escoria irrecuperable. No pueden estar en libertad. No hasta que no entiendan el dolor que han causado no únicamente a esas mujeres, sino a sus familiares que, seguramente, con todo el pesar del mundo se vieron obligados a internarlas en un centro. Ingresar a una madre en una residencia no es nada grato, y si descubres que allí ha estado sometida a torturas, te puede romper en mil pedazos.

Espero que la justicia haga pagar muy caro a los responsables directos de estas ignominias y a todos aquellos que, a sabiendas, han mirado hacia otro lado, permitiendo, vaya usted a saber por cuánto tiempo, unas salvajadas tan repugnante como esas. H *Actor y humorista