El intento de diferenciar a la especie humana del resto de los animales que con ella comparten la tierra ha sido desde siempre una ambición recurrente. Quien más y quien menos lleva a su terreno profesional y/o pasional los fundamentos en que cree que puede basarse tal distinción.

Como ustedes, yo conozco varios de esos intentos: desde el que afirma que en los inventos igual del arte que de la técnica estaría la clave del abismo que nos separa, a aquellos otros que aseguran que donde mejor se aprecia la distinción entre nosotros y ellos es en el cuidado destinado a los muertos, su funeral, su entierro, su duelo… no quiero entrar ahora a valorar la cuestión del duelo en un intento confeso de esquivar dolor.

Prefiero más bien, aun asumiendo lo que supone de «ingratitud», sumarme a la opinión de Nietzsche, ingratitud hacia el maestro se da, decía él, cuando se persiste en seguir siendo alumno. Pues bien, en mi calidad de discípula desagradecida, creo, como él, que el hombre (entiéndase por supuesto el ser humano) es ante todo un animal que juzga.

Así que haciendo uso de esa capacidad distintiva a la que ni sabemos ni podemos renunciar sostengo que a buen entendedor con una pandemia basta. Y es que, aunque tengo la sensación de que vivimos sumergidos en la niebla, creo que la opacidad con que envuelve todo no nos impide percibir el escenario por el que nos movemos.

Una de las cuestiones que más me preocupa y que más a menudo me pregunto es si la difícil situación por la que todos atravesamos es un acicate que nos apremia a aprender cultura democrática o bien el exceso de política que por todas partes se aprecia no logrará mejorar esa relación siempre compleja entre la discrepancia y el respeto.

Todas las fases de transición, como lo es esta, son periodos de redefinición en los que a las normales dificultades de la vida y la convivencia se suman otras, las que derivan de tener que adoptar y asimilar cambios importantes en espacios de tiempo que resultan cortos, insuficientes.

En otras palabras mi duda es: ¿de verdad seremos otros? Oigo a personas bienintencionadas que, con una seguridad y aplomo que a mí me faltan, aseguran que seremos otros porque seremos mejores, más solidarios, más comprensivos y justos. ¿Seguro? Estoy de acuerdo con Carl Schmitt cuando proclamaba que todo lo político es polémico y conflictivo pues a decir verdad no puede ser de otro modo ya que si en algo consiste la política es en la manifestación de diferentes valores, intereses e interpretaciones no siempre o no del todo compatibles.

Así las cosas, en medio del túnel que atravesamos y cuya extensión desconocemos podemos, como sociedad, o bien optar por hacer el esfuerzo de mostrar nuestras legítimas y necesarias discrepancias con un respeto exquisito por quien me contradice y contraría, o bien emprender el camino de la cuesta que nos lleva hacia abajo.

Ojalá seamos buenos entendedores y con una pandemia nos baste. Juzguen ustedes.

*Universidad de Zaragoza