El poeta Raúl Rivero ha sido excarcelado por Castro, un sorprendente rasgo de indulgencia del dictador para el que aduce razones humanitarias. ¿Han cambiado las cosas en Cuba? ¿Se ha iniciado una nueva época, en la que será posible exponer opiniones contrarias al gobierno, sin riesgo para la propia integridad? ¿Se podrá circular libremente por la isla y abandonarla o regresar a ella cuando se desee? Más bien parece un acto aislado, la cara condescendiente de un régimen opresivo que sólo manifiesta indulgencia cuando así conviene a sus intereses. Si la democracia es el menos malo de los gobiernos posibles, el ejercicio implacable del poder jamás puede ser benigno y se reduce siempre a una cruel caricatura de la justicia. Tenemos la suerte de vivir en el lado amable del planeta, donde lo manifiestamente perfeccionable no empaña la comodidad de una existencia en la que, por habituación, apenas apreciamos el ejercicio de nuestra libertad.

Si algo ha querido mostrarnos Raúl Rivero en sus primeras declaraciones, es tolerancia, respeto y perdón. Virtudes antagónicas del despotismo y cada día más necesarias en nuestra sociedad.

*Escritora